Friday, July 2, 2010

Contigo aunque me mates, sin ti ...

Hay que leerse a la gente y sus dinámicas de la manera como se lee un libro cualquiera o se observa una obra de arte. Y de igual manera hay que sumergirse de manera profunda en sus páginas pues los personajes nunca se nos revelan de inmediato, nunca en el primer capítulo y por tanto siempre hay que ahondar en ellos para poder encontrar el hilo o los hilos que mueven toda la trama.

En uno de esos capítulos intermedios se puede leer que no sólo es el placer de estar juntos lo que une o mantiene a las personas apegadas las unas hacia las otras sino también el dolor. Sí, efectivamente, el dolor que produciría la separación entre las partes. Porque de qué otra manera puede explicarse el hecho de que muchísima gente se mantenga junta más allá de cuando se han agotado los recursos para proporcionar gozo y alegría a las personas con la que comparten sus días y también sus noches.

Es fácil estar con alguien que nos hace reír, nos hace ver todo desde una perspectiva glamorosa y con quién la vida se nos vuelve excitante, llevadera y digna de ser vivida. Pero todos sabemos que si no luchamos muy fuerte la rutina puede imponerse y todo eso que hemos mencionado puede desaparecer para en su lugar instalarse la monotonía, la inercia y los desazones propios del desencanto. Y a pesar de todo eso uno puede leer en sus páginas, allá muy adentro que hay gente que prefiero eso a buscarse nuevas alternativas.

En otros capítulos y aquí viene la intriga, descubrimos que las personas se detestan abiertamente, se maltratan de todas las formas posibles, no se gustan y así lo manifiestan sin mucho reparo los unos a los otros y muy a pesar de ello la separación no es una opción pues sin darse cuenta o talvez intuyéndolo otras fuerzas gravitan sobre ellos y los mantienen en su centro atrayéndolos no dispersándolos como sería lo lógico suponer.

Y la teoría que se puede concluir y que se esboza de manera un poco más clara al final de las páginas de los tantos libros similares como esos que existen, ya nos fue explicada en aquellas clases de análisis funcional de la conducta en dónde nos enseñaban las teorías del condicionamiento operante: el refuerzo y la evitación. Somos no sólo capaces de hacer cosas por la recompensa placentera que obtenemos pero más aún tratamos por todos los medios de hacer o no aquéllo si eso nos evita una experiencia dolorosa.

Para algunos-as imaginarse la vida sin algunas personas a su lado, el vacío y el dolor resultante de su ausencia es tan insoportable que no existe nada que se le pueda comparar y cualquier otro dolor menor es algo infinitamente preferible a la ilusíón de felicidad real o ficticia que podría encontrarse en otras partes.

Yo no soy quién para cuestionar el "imprinting", la naturaleza de la huella que dejan terceros en estas personas y a las que ellas parecen ser especialmente vulnerables pero tampoco me gustaría estar del lado de quién produce un efecto así en otra, aún a pesar de lo halagador que podría ser para el ego en sus inicios.

3 comments:

Raymunde said...

Fernando, creo que nos vamos leyendo los pensamientos. Lo digo en serio, porque hace días que pienso en el tema de las relaciones de dependencia que mantienen algunas parejas, aún cuando no tengan estímulos placenteros.
Mira, supe de una pareja con una relación que yo consideré enfermiza: su amor se había transformado, por parte de ella, en una dependencia total hacia él, un aniquilamiento del poder de decisión, un aniquilamiento de los sentimientos total. Ella era él y su mundo. Mientras que él se intentaba mantener fiel a un compromiso adquirido hacía tiempo, al que no habían sabido dar más que la forma correcta, porque el fondo se había ido vaciando.
De manera que mantenían una relación en la que funcionaban las mismas premisas que cuando la habían empezado, con un fondo totalmente distinto. Era una locura, una paranoia, generada por su dependencia mutua (ya que se habían acostumbrado a imaginarse juntos para siempre, comiendo perdices, etc.), por su fidelidad a unos ideales que la práctica había mostrado vacíos (en su caso concreto) y por su falta de autoconocimiento y de conocimiento del otro (ya que tenían imágenes idealizadísimas el uno del otro). Ya te digo: una paranoia.
El caso es que, me pareció a mí, el miedo (a veces y solamente a veces) es más fuerte que el amor (hacia otro o hacia uno mismo).

Fernando said...

No es raro eso de andar pensando en las mismas cosas. Los seres humanos no somos tan diferentes como creemos y los fenómenos sencillamente se repiten en diferentes escenarios. Sólo basta que haya alguien dispuesto a observar y ponerlo en un post (me gusta más esta última palabra en Inglés que su equivalente en castellano) y otro dispuesto-a a comentarlo y ya está.
Estábamos quizás pensando al mismo tiempo en la misma temática. Si te digo que había esbozado ya este post 3 días atrás de escribirlo entonces sí realmente pudimos estar sincronizados a la perfección... Ja ja. Y quién sabe si la transmisión de pensamiento realmente existe y sólo no sabemos que se está dando. De hecho hay millones de conversaciones por celulares cruzando el espacio, los mares y si no es con nosotros la cosa ni nos damos por enterados. ¿Quién sabe?

Tienes razón en cuanto al miedo: es una de esas fuerzas que gravitan en toda relación y podría ser también responsable de mantener unidas a parejas cuando el amor de hecho ya no existe...

Gustavo said...

muy bueno

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