Monday, May 30, 2011

Es común

Es común esto, vamos por la calle y a nuestro paso nos encontramos con decenas de personas que se nos cruzan en las aceras. Es común también que de manera inconsciente aprendamos a esquivarlas. No sabemos cómo pero nos hacemos expertos en ignorarlas, en evitarlas, en especial aquellas, a las que tenemos miedo de hacer contacto visual, tenemos miedo de que descubran en nuestros ojos el desagrado que nos provocan.

Es lo que pasa cuando estamos en las áreas circundantes al Lincoln Hospital dónde parecen confluir todas las personas repudiadas y echadas a un lado, todas las personas marginadas por la vida y la sociedad.

Nadie mira a esta gente. Es difícil mirarlos. Andan sucios, desarrapados, son malolientes y al hablar se nota la falta de aseo y de dientes en sus bocas. Todo el mundo tiene temor de que al prestarles un poco de atención, se aferren a esa pequeña ventana que se les abre y traten de aprovecharla como si fuera una tabla de salvación. Es fácil adivinar lo que quieren. Ellos parecen pedir y piden todo aquello que les ha sido negado y que se les ve necesitan con suma urgencia. En sus caras se refleja la falta de afecto y de cariño, la ausencia de amor y la falta de comprensión que sufren.

Sin temor a equivocarnos ellos se conforman con recibir un poco de dinero que es el reforzador universal, la moneda que en cierto modo podría ilusoriamente representar todo eso que les hace falta.

Pero todos tenemos prisa. No hay tiempo para detenernos. Apenas si podemos dirigir una escasa mirada a nuestro alrededor para percatarnos de que a nuestra derecha hay un cuerpo tendido en el suelo adosado a la pared y que parece haber pasado la noche ahí.

Y son las 7:30 de la mañana y yo también debo irme. Yo también tengo prisa.

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