Thursday, May 31, 2012

La vida es frágil y precaria

En días pasados dos personas jóvenes, llenas de vida han muerto. Una era la hermana de una compañera de trabajo que se fue de vacaciones a la República Dominicana por una semana y al tercer día, el Domingo 20 de este mes salió disparada por el cristal delantero del vehículo en que viajaba para estrellarse con un camión que venía en dirección contraria.

La otra era una estudiante meritoria y brillante de Yale quién acababa de graduarse Magna Cum Laude y a quién se le auguraba un futuro de escritora más que promisorio y quizás por eso recién había sido contratada por The New Yorker. Un accidente estrepitoso en el vehículo conducido por su novio le provocó la muerte este Sábado que pasó.

La primera tenía 23 años y se estaba mudando de Pennsylvania a New York al apartamento de mi amiga. La segunda sólo contaba con 22 y se aprestaba a mudarse para Brooklyn. No las conocí pero eso no hace que sus muertes sean menos dolorosas para mí. ¡Cuánta vida por delante, cuántos sueños destruidos, cuánta tristeza para todas esas personas que no estaban preparadas para darles el adiós definitivo.

En fin, todo ello me ha hecho pensar mucho en la fragilidad de la vida. En lo precarias que son nuestras existencias, en cómo en un abrir y cerrar de ojos nuestras vidas pueden dejar de existir o tenemos que arreglárnoslas sin esas personas que eran partes de nosotros mismos porque nos habíamos apegado a ellas y eran, son parte de nosotros y nosotros de ellas. Cuesta mucho, duele mucho, recuperarse cuando sin avisar se cortan los hilos invisibles, esos que sin saberlo se nos revelan y nos unen con toda esa gente con la que convivimos.

Me queda una pregunta por hacer: ¿A qué lugar van los sueños truncados, todas esas expectativas creadas, todas esas esperanzas rotas?

Sunday, May 20, 2012

No todo está perdido

El fin de semana pasado me fui por tres días a la República Dominicana. Tenía mucho que no iba y ya estaba dando mucho de qué hablar. No por nada malo sino porque la gente nos aprecia mucho. Mucho más de lo que se es merecedor y la verdad es que no hay forma cómo corresponder a tanto cariño. O sí la hay, pero no me he puesto a pensar en como hacerlo para satisfacer a tantas personas.

Parece que no encontraba bien el camino o la motivación hasta que una noche de estas no recuerdo porqué, se me ocurrió visitar Travelocity y encontré una oferta tan tentadora y tan buena que de la sorpresa hasta la dejé pasar. No obstante se me abrió el apetito y dos días más tarde encontré otra mejor y esta vez no me demoré y sin pensarlo dos veces la tomé y el resto es historia.

Al regresar a New York le conté a mi hermana las peripecias del viaje. Los pro y los contra que encontré, las pocas vicisitudes y contratiempos del viaje y sobretodo las muchas cosas buenas que encontramos allá. Me preguntó si Daniel me había prestado un vehículo y le dije que sí. Me preguntó qué y le contesté que un Jaguar que el estaba usando. Ella abrió los ojos y me dijo que con ese vehículo yo debí haber hecho que mucha gente me mirara pues ese carro era raro y muy lujoso en especial en la parte del país a donde me fui a quedar.




Le contesté que no salí en él, que lo dejé casi todo el tiempo estacionado en el patio de la casa, que ni siquiera se me ocurrió eso y que en su lugar me fui a andar en la cola de una motocicleta que un amigo tenía porque me pareció mucho más agradable y divertido sentir el viento en la cara y la emoción que conlleva andar en dos ruedas. Anduve descalzo pisando la tierra mojada, visitando casas, pidiendo que me hicieran café, sacando la gente de sus habitaciones para hablar, charlar, experimentar las emociones simples de la vida.

Tiré fotos del verdor del campo, de los árboles, hasta de una tórtola que anidó al lado de una casa y de la carretera. Me sorprendí de que las aves bajaran a los patios a comer y de que los niños ya no las apedrearan y de alguna forma sentí que no todo está perdido en el mundo.


Saturday, May 5, 2012

Yo hablo mucho!

Es un hecho que no puedo negar. Hablo mucho y en ocasiones no dejo hablar a los demás. Y me lo han hecho saber más de una vez. El origen puede atribuírse (entre muchas otras posibles causas) a haber crecido en medio de una familia numerosa donde para hacerse oír había que aprovechar la más ligera pausa si se quería entrar u opinar en una conversación. Si desaprovechabas esa minúscula oportunidad te quedabas con las ganas de expresar lo que querías decir pues el intercambio fácilmente podía girar en otra dirección de manera vertiginosa.

En ocasiones no se deja que la otra persona termine una idea o una frase de manera completa. Antes que finalice se comienza a hablar y por momentos ambas intervenciones se superponen. Se intuye el final y para quienes estamos acostumbrados, la conversación sigue un ritmo acelerado, muy animado y bastante fluido. Se cubre mucho terreno en pocos minutos.

Para los que no están acostumbrados, eso es muy rudo de nuestra parte y les parece de muy mal gusto, hasta de malos modales y poca educación. Para nosotros, en cambio, nos parece una eternidad tener que esperar que ellos terminen de formular sus ideas. Es casi una tortura la lentitud con que va todo el desarrollo del intercambio. Nos parece como si el turno nuestro nunca va a llegar y las ideas se escapan, se olvidan, cuando nos hacen esperar demasiado.

Para mí fue una salvación leer a Deborah Tannen quién clasificó y definió magistralmente estas formas de conversación. Ella las clasificaba como estilos y llamaba 'comprometido' al estilo donde los intercambios estaban llenos de interrupciones de ambas partes, las pausas eran cortísimas y las superposiciones eran bastantes frecuentes entre los hablantes. Ella pudo notar que en los Estados Unidos podían identificarse regiones enteras donde un estilo era más prevaleciente que el otro y lo frustrante que era comunicarse para las personas cuando las mismas no compartían el mismo estilo de conversación.

Entender todo eso que acabo de explicar no necesariamente se traduce en tener la capacidad de adaptarse rápidamente al estilo de conversación del otro. Los hábitos son difíciles de erradicar y hay que hacer un verdadero esfuerzo consciente para tratar de cambiar los patrones que gobiernan los estilos de conversación.

Pero sería injusto dejar al otro con la sensación de que no se ha comunicado. Hablar, comunicarse, entenderse es un placer y dar ese placer es en sí mismo tan placentero como el que obtenemos cuando hacemos lo propio.

Si no le había hecho suficientemente caso a las señales que me habían dado con anterioridad, ahora se impone que sí les preste mucha atención. Debo cambiar o adaptar mi estilo de conversación pues así lo demanda y lo requiere la población con la que actualmente trabajo. Es muy vulnerable y más que todas necesita de toda mi comprensión y esfuerzo.

Así espero hacerlo también con todas esas personas que se han quejado de que no las he dejado hablar!
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