Tuesday, September 30, 2025

Todo tiene su precio

 El ser humano parece haber sido programado para arriesgarse y vivir en la búsqueda de aventuras. La vida rutinaria y segura es monótona y desprovista de emociones. Por eso mucha gente se sale de su zona de comfort y hace cosas para vivir de manera más intensa. Esa programación inherente a los seres humanos también lo lleva a destruir y dañar cosas a su alrededor que estaban bien y no necesitaban de ningún arreglo.

Esta tendencia a salirnos de los confines y límites establecidos para tratar de sentir emociones más fuertes y profundas puede llevarnos también en direcciones muy peligrosas. Para sentir más, experimentamos con todo, tanto en la vida interior como también hacia afuera, pero el propósito es siempre el mismo: no sentir las mismas emociones a las que ya estamos acostumbrados.

Vivir de esta manera, tratando de experimentar al máximo lo que la vida tiene que ofrecer, tiene sus recompensas positivas y por el momento no vamos a tocar esta parte porque en cierto modo es obvia. Lo que sí ahora mismo merece mi consideración es la otra parte negativa que conlleva tratar ingenuamente de experimentarlo todo sin tomar en cuenta las consecuencias que nos puede costar actuar de ese modo en la vida real.

A manera de ejemplo puedo mencionar las drogas, el tabaco y el alcohol que aunque las dos últimas también son drogas se diferencian de las demás porque su consumo es legal. Todas ellas, nos alteran la conciencia, nos hacen sentir bien de manera temporal, pero en general, hay un precio que se paga por ellas y tarde o temprano nos daremos cuenta con que parte de nuestros cuerpos estaremos pagando. Inicialmente no lo sabemos pero ese bienestar que se siente no es gratis.

De igual manera pagamos con nuestra integridad física o nuestra vida si nos arriesgamos demasiado allá afuera. A veces nos olvidamos de las limitaciones que nos imponen nuestros cuerpos y a veces sin querer queriendo, no respetamos las leyes físicas que nos gobiernan. Querámoslo o no, somos frágiles y no debemos olvidar la frase aquella de que si no está roto no hay necesidad de arreglarlo. De vez en cuando uno debe aceptar que uno está bien y no necesita nada más...

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