Wednesday, December 30, 2020

Expectativas para el 2021

 En dos días comienza un nuevo año lleno de expectativas y nuevos retos. El 2020 ha sido un año terrible debido a la pandemia. Ha habido muchos cambios. El 2021 pinta mucho mejor porque existe la posibilidad de que con las vacunas, las cosas se arreglen un poco y se normalicen muchas de las actividades a la que estábamos acostumbrados antes de la epidemia. 

En lo que a mí concierne, mis metas se dirigen hacia la consolidación de algunos buenos hábitos adquiridos durante el "encerramiento". Dentro de esos, merece una mención especial el hacer un mejor manejo de las finanzas, las cuales han estado fuera de control desde hace muchísimos años.

Fue una decisión acertadísima la que tomé en el pasado al hacer la transición para trabajar por cuenta propia, por contrato, en vez de ser un empleado asalariado de una empresa o compañía específica. La desventaja, sin embargo, ha sido una falta de disciplina financiera, un descontrol en los gastos incurridos en el mismo período de tiempo. En otras palabras, aunque he ganado muchísimo dinero, mucho más de lo que hubiera esperado, también lo he gastado en la misma proporción, sin miramientos, de tal manera que en vez de reducir las deudas, las he incrementado.

No me estoy quejando. Ganar más dinero me ha permitido aumentar el poder adquisitivo y en consecuencia también, mis experiencias del mundo. He viajado bastante los últimos años, conocido muchas ciudades, me he entretenido y disfrutado de muchas actividades y aventuras. Todo ello ha tenido su costo y he podido absorverlo no sólo porque he contado con mejores ingresos sino también porque mi capacidad de endeudamiento ha aumentado en la misma proporción.

Es una ventaja tener crédito disponible para cualquier necesidad que a uno se le presente. Pero no es dinero de uno y es fácil caer en el abuso. Es dinero prestado que tarde o temprano hay que pagar con creces y por ello no es aconsejable financiar de esa manera todas las actividades placenteras. Es un arma de doble filo y a la corta o a la larga va a crear problemas.

Uno de mis objetivos en el 2020 era precisamente ese: controlar mis gastos, controlar las deudas. La pandemia hizo esas metas más fáciles de lograr. Mis gastos se han reducido drásticamente y el dinero que debo ahora es mucho menos que el que debía al comenzar el año.

Mi trabajo, no obstante, está lejos de concluir. Tratar de consolidar esos esfuerzos de autodisciplina fiscal en el 2021 es mi meta más importante. Me será muy difícil pagar todo lo que debo porque también hay que vivir y entregarse de vez en cuando a los pequeños placeres del mundo, pero si logro reducir mis obligaciones financieras a la mitad y hasta menos de lo que son actualmente, me sentiré suficientemente satisfecho y realizado.

¡Bienvenido seas 2021! Te esperamos con ansias ...

Monday, November 30, 2020

De la que nos hemos salvado

 Parece que por el momento nos hemos salvado de la hecatombe que hubieran significado 4 años más de la pesadilla Trumpiana. Pero todavía no podemos cantar victoria. La amenaza sigue ahí latente, inicialmente con múltiples intentos de subvertir el resultado de las elecciones del 3 de Noviembre que han dado como ganador al candidato del partido Demócrata Joe Biden y también porque no se elimina la posibilidad de que los republicanos haciendo uso de sus argucias y artimañas puedan volver al poder de nuevo en el 2024. 

Mientras tanto tenemos tiempo para dar un suspiro de alivio por el aflojamiento de la tensión a la que nos han tenido sometidos estos últimos años. Bajo ninguna circunstancia, ello quiere decir que un gobierno de Biden vaya a ser la panacea para la resolución de todos nuestros problemas ya sea en materia de salud, inmigración o medio ambiente por citar unos cuantos aspectos de interés público.

Lo que sí podemos asegurar es que en los renglones antes mencionados y en muchos otros la situación va a mejorar de manera considerable. Desde ya se están dando las señales de que vamos a volver a formar parte de la comunidad internacional en materia del clima, la salud y la cooperación con las naciones unidas con el fin de atacar los males que afligen al mundo.

Por ahora no hay mucho que decir pues hasta que no se haga el traspaso de mando en Enero 21 del 2021 nada es seguro. 

No obstante, sí tenemos esperanza. Parecía una empresa muy cuesta arriba soportar el cuatrenio encabezado por Donald Trump, pero lo hemos conseguido. Eso ha sido ya un gran logro. Esperamos que en poco tiempo la nueva administración pueda resarcir la mayor parte de los daños causados y se pueda restaurar la confianza perdida en las instituciones democráticas.

Saturday, October 31, 2020

Elecciones

Lo que está de actualidad en estos días son las elecciones generales del 3 de Noviembre para escoger quién gobernará los Estados Unidos en los próximos 4 años. No hay que subrayar la importancia que tiene este acontecimiento para los Americanos y el mundo. Pero no está demás si yo expreso mi punto de vista al respecto.

Como resultado de las elecciones previas celebradas en el 2016, el partido vencedor ha implementado una agenda que de manera abierta o soterrada legitima el racismo, la xenofobia y la intolerancia religiosa. El nuevo gobierno con una serie de medidas también reniega de acuerdos internacionales importantes como el de París que ayuda a poner límites a la emisión de CO2 y por ende a amortiguar los efectos del cambio climático. De manera unilateral ha roto con la Organización Mundial de la Salud y con Irán para limitar el uso de energía nuclear de esa nación con fines pacíficos.

Al mismo tiempo se han estrechado las relaciones con dictadores de otros países y se han dejado de lado las violaciones a los derechos humanos que estos cometen en contra de sus ciudadanos.

El país abiertamente se ha encaminado hacia el aislamiento cerrando prácticamente las puertas a la inmigración legal y reduciendo drásticamente la cuota de refugiados asediados por el hambre, las injusticias sociales y económicas y las guerras del mundo.

La situación a lo interno tampoco ha sido nada halagüeña. En este cuatrenio se han agudizado las desigualdades sociales y la protección que a través de ayudas alimenticias, asistencia médica y monetaria ha sido recortada también y está en programación por esta administración (si continúa) otros recortes a la seguridad social y el seguro para las personas mayores de 65 años y discapacitados mejor conocido como Medicare.

Muchas medidas dirigidas a combatir la polución y proteger el medio ambiente han sido desmanteladas. Los permisos para la caza de animales salvajes se han incrementado y áreas protegidas dentro de los parques han sido reducidas o cuando no vendidas para la exploración y explotación de hidrocarburos.

Ha sido trágico observar el tratamiento de disuación que se le ha aplicado a los migrantes que han osado atravesar la frontera a través de México, en especial la política de separación de los niños de sus padres que se mantuvo por unos cuantos meses hasta que se armó el escándalo y a la fecha ha sido imposible reunir a más de 500 de ellos. La situación de encarcelamiento de los migrantes nos hace recordar a los campos de concentración nazis.

De horror ha sido también el programa de esterilización involuntaria al que han sido sometidas un grupo de mujeres indocumentadas en un centro de detención en Georgia y es de esperar que esto es sólo una parte de las atrocidades que se han cometido en contra de estas personas cuyo único delito ha sido entrar al país sin papeles huyendo del terror, la inestabilidad política y la persecución que sufren en sus respectivos países.

Es imposible hacer un análisis exhaustivo de todo lo que está pasando aquí y de eso se tratan estas elecciones. Todo lo que ha sido descrito aquí está en juego, incluyendo el papel que deben jugar las ciencias en la planeación del futuro del planeta y por eso más que nunca una parte muy importante del electorado está muy motivada en votar en contra de la permanencia de la actual administración y si se logra, con el nuevo gobierno, tratar de reparar en lo posible el daño ya ocasionado.

Ahora más que nunca la gente se ha dado cuenta de que las elecciones tienen consecuencias y la actitud de dejar de votar porque generalmente un voto en particular no decide la contienda, sí la tiene cuando se toma en cuenta el resultado final del efecto multiplicador que produce un gran número de individuos cuando piensa y actúa de la misma manera.

Para los que llevan anotaciones, el futuro parece que está en nuestras manos.

Wednesday, September 30, 2020

El cuerpo y el yo

Es curioso como se nos van las ideas de la mente si no las escribimos inmediatamente. Esta mañana tenía el tema perfecto, la idea central sobre algo que me pareció interesante y era digno de dejarlo escrito por aquí pero por más que trato de recordar el ángulo como quería introducir el tema, no me ha sido posible hacer la recuperación exacta. Uno sabe, porque uno conoce esa sensación de que algo ya no es igual que antes porque no produce el mismo efecto y me doy cuenta que lo que siento ahora no tiene el mismo grado de emoción que como lo percibí antes. 

Sé que se trataba del cuerpo, quería escribir sobre el cuerpo y de cómo este sigue sus propias reglas, reglas de las que no siempre somos conscientes y hasta cierto punto nos llegan a ser totalmente desconocidas, lo que llega a sorprendernos, porque vivimos en él y es lo más cercano que tenemos a nosotros mismos y a pesar de eso no lo conocemos realmente, lo cual es muy frustrante y a la vez un gran misterio. No siempre vamos en la misma dirección o tenemos los mismos objetivos o estamos alineados en lo que es más conveniente o razonable para avanzar en la vida.

Es como si estuviéramos conectados y desconectados al mismo tiempo. Lo cual nos lleva a filosofar y hacernos preguntas ontológicas sobre lo que define o significa el ser: ¿quiénes somos realmente?; ¿somos nuestro cuerpo o nuestra mente o una suma de ambos y cómo pueden existir estas dos entidades de manera conjunta e independiente al mismo tiempo?

Darse cuenta de esto abre una caja de sorpresas. Pone la vida en perspectiva. Queda claro que no somos dueños de nuestros cuerpos, más bien somos sus huéspedes y dependemos de ellos para hacer todas las cosas. Sin embargo, no nos queda muy claro cómo podemos ayudar al cuerpo a hacer su trabajo mejor y/o evitar que surjan situaciones que comprometan su eficacia o en último término su extinción, lo cual por extensión implica también la nuestra.

Todo se complica y es como un rompecabezas. Pienso que esa misma disyuntiva se nos presenta tarde o temprano a todos y es la que debe habérsele presentado a la Jueza de la suprema corte de Justicia de los Estados Unidos Ruth Bader Ginsburg. Ella quería vivir unos cuantos meses más para evitar crear los problemas políticos que su muerte acarrearía. Sin embargo, su cuerpo no dio más y sucumbió a los cánceres que la habían estado agobiando desde hacía ya bastantes años atrás. No pudo cumplir el objetivo de alargar su vida por un relativamente corto espacio de tiempo mayor. No hubo sincronía entre su cuerpo y lo que la hacía ser "ella misma", su ser.

Las implicaciones a las que nos lleva este análisis son múltiples. A manera de ilustración se me ocurre pensar en la comida: ¿debería comer lo que me resulta más placentero o lo que creo que mi cuerpo va a aprovechar mejor para darme mucha energía y resistencia? O puesto de otra manera: ¿qué no debería comer y beber para no dañar el cuerpo o afectarlo (y por ende afectarme) en su rendimiento? ¿Quién debería controlar si debo dormir muchas horas o pocas horas para que todo funcione de manera perfecta? ¿Quién controla o debería controlar a quién? 

¿Y cómo me doy cuenta?

Monday, August 31, 2020

De siestas y otras pendejadas

Son las 7 de la noche cuando empiezo a escribir esta entrega. En otros tiempos me estuviera tomando una cerveza o una copa de vino porque eso es lo que Dios manda, pero no. En esta ocasión me he hecho acompañar por un té de Manzanilla que a pesar de tener poco en común con los anteriores, no está nada mal. Está a pedir de boca, calientito porque aquí dentro de la casa hace un poco de frío. Dejé el aire acondicionado prendido un poco más de la cuenta. Y no es que hiciera mucho calor afuera sino que terminé de comer y necesitaba crear las condiciones ideales para la siesta, lo que en otras palabras quiere decir, bajar tanto la temperatura ambiental como la del cuerpo para inducir mejor el sueño. Porque si estoy en casa el cuerpo demanda una siesta y ahí no existe dualidad de pensares o criterios: el cuerpo y la mente míos están en sincronía total, al unísono en eso de la siesta. Podría escribir un tratado filosófico sobre eso. Y debo haber dicho esto en otra parte de este blog: la siesta no es algo así que podría decirse que lo hago por los beneficios a la salud que aporta, que de hecho es así. El ejercicio físico es también algo muy bueno y aconsejable para la salud de la mente y el cuerpo pero no es algo que hago de buena gana. Más bien me ejercito (corro) a regañadientes, porque me obligo. La siesta en cambio además de ser una necesidad, es para mí un disfrute y un placer al que me entrego en cuerpo y alma. Idealmente uno debe tener un trabajo como el mío que permite estar en la casa la mayoría de las tardes. Sin embargo, no estar en la casa no es un obstáculo para entregarse a una pequeña siesta. Se puede también cuando se está en la calle. Luego que se domina la técnica uno puede dormirse 10 o 15 minutos en el carro, el autobús o el tren. En casas ajenas, basta relajarse un poco en un buen sofá o sillón y hasta en el piso si hay confianza y se lo permiten a uno. Sólo hay que cerrar los ojos por unos momentos y sin que uno se dé cuenta, uno entra en trance y en un abrir y cerrar de ojos, han pasado esos minutos preciosos que nos renuevan de pies a cabeza. El efecto es tan profundo, a veces, que es necesario tomarse un café para despabilarse. 

Un paréntesis ahora mismo porque tengo que rellenar la taza del té de Manzanilla. Voy a ponerle otra bolsita para que no pierda la consistencia en el sabor. Ya el silbido de la tetera me está avisando de que el agua está hirviendo y en breve seguimos con esta conversación, o mejor dicho con este monólogo.


El tema de las siestas es para mí apasionante. No quiere decir que "me muero" o no puedo funcionar si dejo de tomar una. De hecho si estoy muy ocupado, ya sea por trabajo o por diversión, o me he tomado más de 3 cafés, dejo de percibir las señales que me indican que necesito de una. Hay consecuencias, sin embargo y quizás la más importante es que mi cuerpo se adelanta varias horas, me da sueño de manera prematura y debo ir a acostarme más temprano que de costumbre. Lo cual no me favorece mucho porque usualmente despierto en la madrugada y tengo que esperar cierto tiempo para volver a dormirme.

He sido así toda la vida, desde que tengo memoria y uso de razón. Puedo acordarme como hoy de cómo en las tardes luego de regresar de la escuela primaria, almorzar y tomar una siesta, la temperatura de mi cuerpo bajaba hasta el punto de tener que salir a calentarme bajo el ardiente sol tropical. Y es que en aquellos tiempos todavía no había descubierto el poder del café para sacarme de la modorra.

Friday, July 31, 2020

Dejar la bebida no quiere decir dejar de vivir

Como hemos dicho antes, la pandemia ha creado oportunidades para aprender cosas. En mi caso, además de perder el tiempo viendo series y películas, he aprovechado la ocasión para dedicarme a observar y darle de comer a las aves que visitan el patio trasero. En la parte delantera he sembrado Celias y Marigolds (French) además de Albahacas en tarros y creo que una que otra Dalia aunque no estoy seguro porque no han florecido todavía.


Todo lo mencionado anteriormente ha sido importante, pero quizás lo más relevante es el espacio que se abierto para la autoreflexión. Fruto de este ejercicio que "obliga" a autoanalizarse se pueden descubrir cosas sobre sí mismo que a pesar de estar a simple vista no les prestamos la suficiente atención y al final terminamos pasándolas por alto. Un caso de esta naturaleza es el que me motiva a escribir esta entrega. 

¡Aquí vamos!

Aparentemente soy intolerante al alcohol. Nada fuera de lo común. También soy intolerante a la lactosa y desde hace mucho tiempo no tomo leche pura ni nada que la contenga a excepción de los helados, el yogurt o el queso. La leche pura del cartón, no puedo o sí puedo porque me gusta pero luego vienen las consecuencias; dolor de barriga, correderas, malestar estomacal y diarrea. Una vez hecha la conexión la dejé de tomar. La evito como el Diablo a la cruz (expresión de mi mamá).

El consumo masivo de aguardiente, necesario para soportar el encierro prolongado de estos días de pandemia, me ha tocado darme cuenta de que mi organismo no tolera el alcohol y al igual que la leche debe de ser una situación progresiva que se va agravando con los años. Parece que la producción de la enzima que degrada el alcohol va en declive y por eso un pequeño exceso me provoca dolores de cabeza que me duran por días.

En serio, a consecuencia de estas reacciones, en más de una ocasión he creído que he contraído el virus. Otras veces he achacado los síntomas y malestares que he padecido como producto de alergias. El virus quedó descartado al hacerme una prueba serológica que dio negativo. Y tuve finalmente que recurrir a Google para darme cuenta de que la situación de intolerancia al alcohol es bastante común y a ello se debe el que la existencia de mucha gente se torne miserable al día siguiente de consumirlo.

La pregunta obligada es, ¿porqué cuesta tanto darse cuenta de algo que ha estado presente no sólo ahora sino por años? La respuesta sencillamente es porque a veces no queremos ver la realidad tal cual es. Porque si la vemos tal cual es ello supone hacer ajustes que alteran completamente nuestra manera de lidiar con el mundo.

El alcohol es un lubricante social y está en todas partes. Forma parte de nuestra cultura y consumido en moderación nos ayuda a sobrellevar los sinsabores de la vida, el estrés existencial y no está demás decir que ayuda también a alegrarnos la vida haciéndola más llevadera. Se crea un vacío enorme si de repente nos dicen que debemos dejar de consumirlo a causa de que somos intolerantes, lo que en otras palabras quiere decir que nuestro cuerpo tiene dificultad en procesarlo y si no le hacemos caso debemos entonces atenernos a las consecuencias.

Hemos decidido hacerle caso a las señales que nos envía el cuerpo y en consecuencia empezamos ya a disminuir la ingesta de cerveza, vino y bourbon que son mis bebidas favoritas lo cual resuelve una parte del problema. Los dolores de cabeza han desaparecido casi por completo como por arte de magia.

La otra parte de la ecuación es que aunque evitar y no sentir sensaciones desagradables es una buena recompensa en sí misma, no es suficiente para impedir que anhelemos esas otras sensaciones como las que nos produce disfrutar de una cerveza helada o un vaso de un buen vino tinto. 

La cuestión es -y aquí viene la autoreflexión, ¿cómo puedo sustituir una sensación placentera que me hace daño por otra igual de placentera y que no me haga daño? La cosa no es tan fácil, porque como seres humanos, al menos en mi caso, siempre estamos en la búsqueda de emociones o experiencias que alteren y realcen nuestro existir. Y es que lo que tenemos a mano a veces no es suficiente para hacernos sentir que estamos realmente vivos. Sin llegar a extremos, porque todos los extremos son peligrosos y es un arma de doble filo, siempre queremos y buscamos más.

Una idea me está quedando clara, sin embargo. No quiero seguir sufriendo dolores de cabeza a causa del alcohol. Tampoco quiero dejar de sentir lo que siento cuando me tomo unas cuantas cervezas o una copa de vino, etc. Creo que si tengo que disminuir o dejar definitivamente de tomar lo voy a hacer. No sé con qué lo voy a sustituir pero estoy en la búsqueda de una solución equitativa que no implique degradar la calidad de vida que ahora tengo. ¡Ya veremos!

Tuesday, June 30, 2020

Desesperanza

Los meses recién transcurridos han sido muy turbulentos. En medio de la pandemia y el consiguiente encerramiento que la misma ha provocado, hemos sido testigos del agudizamiento e intensificación de las luchas sociales en contra de la discriminación racial y eso hace que a nivel general y personal uno cuestione la vida y la dirección hacia donde nos dirigimos.

El futuro no está muy claro que digamos. Al contrario, creo que pinta bastante oscuro e incierto. Los problemas generados por la pandemia están ahí presentes; problemas no sólo de tipo económico sino también de tipo ideológico y político. La pandemia ha expuesto de manera muy clara el sistema de injusticias y desigualdades de todos los tipos en que vivimos.

A ello se suma también la amenaza latente del cambio climático que a manera de cuenta regresiva se cierne como espada de Damocles sobre nuestras cabezas y nuestro futuro.

Todo ello me ha dejado un poco descorazonado y desanimado por tratar de describirlo con palabras. Es también una sensación de vacío y falta de objetivos que he experimentado los últimos días. Me siento un poco aprisionado en esta coyuntura de la historia y de la vida.

¿Qué hago? ¿Hacia dónde me dirijo para darle sentido y coherencia a mi existencia en estos tiempos de crisis? Ahora mismo no tengo buenas respuestas y de último minuto se me ha ocurrido que mientras dura esta incómoda sensación voy a tratar de evadirme no con alcohol sino con historias de fácil consumo de las que pululan en Netflix , Hulu y Amazon por poner unos cuantos ejemplos.

Sunday, May 31, 2020

Todo y de todo se aprende ... hasta aprender a cortarse uno mismo el cabello!

De todo se aprende en la vida y a todo hay que adaptarse si queremos seguir no sólo viviendo sino también prosperando. Es lo que debe esperarse y es lo que habitualmente ocurre con los cambios que se van sucediendo en nosotros y el medio que nos toca vivir.

No siempre, sin embargo, los cambios que se producen a nuestro alrededor son tan drásticos que de un momento a otro tenemos que crear nuevas formas de interacción porque las existentes ya no cumplen su cometido o simplemente no sirven.

Y eso es precisamente lo que nos ha tocado a todos experimentar de cerca con el Covid-19. Para bien o para mal y prácticamente de la noche a la mañana ha habido que reinventar nuevos patrones de interacción con nosotros mismos y todo lo demás que existe a nuestro alrededor animado o inanimado.

De eso se trata esta entrega, de una de las estrategias más sobresalientes que he tenido que implementar para sobrevivir dignamente en medio de esta crisis.

Ha habido varias pero una de las más importantes ha sido aprender a cortarme el cabello. Sí, eso ha sido genial. ¿Cómo pasó eso? La verdad es que no es tan difícil como parece y la verdad sea dicha es que desde mucho antes de la pandemia yo he tenido mis recelos en cuanto a la higiene de las barberías. Era una de las cosas que yo aceptaba como un mal necesario pero siempre me ha desagradado sentarme en la silla de un barbero donde otras personas se habían sentado con anterioridad, utilizando los mismos instrumentos en mi cabeza que minutos antes estuvieron en la de otros sin efectuar un proceso de esterilización confiable. Los barberos nunca cambian el delantal que han usado previamente con otro cliente. Sólo lo sacuden unas cuantas veces para eliminar el cabello residual de la recortada anterior. Lo mismo puede decirse de las tijeras, los peines y demás utensilios usados en el proceso de cortar el cabello... Una excepción son las navajas. Esas sí eran nuevas.

Cuando ya me estaba picando demasiado la cabeza y me estaba preocupando de que mi cabello estaba demasiado largo, veo a mi hermano que tiene la suya perfectamente arreglada. El se recorta casi al ras del cuero cabelludo y le pregunto que cómo y dónde lo hizo. Me dijo que el tenía una maquinita, el abejón como le dicen, y que el mismo lo hace. ¡Eureka! Eso mismo estaba yo pensando, comprar uno de esos instrumentos en Amazon para hacerlo yo mismo. Le hice unas cuantas preguntas técnicas con relación al aparatito y su manejo pero además de responderme me ofreció prestármelo.

No acepté de inmediato la propuesta del préstamo porque ya entiendo que un instrumento de esta categoría debe verse como algo tan personal como un cortauñas o un peine, etc. No obstante, unos días después ante la urgencia y la incomodidad del cabello largo, dejé a un lado mis aprensiones y le pedí que me lo trajera.

Hice lo que tenía que hacer y ayudado por un espejo me puse manos a la obra. No por casualidad he sido testigo de las muchas veces que me han cortado el pelo. Fue un proceso de ensayo y error cambiando el aparatito a distintas graduaciones pero finalmente salí a camino y el resultado fue mejor de lo esperado. Ni yo mismo podía creer de que todo podía quedar tan bien. No era perfecto pero era aceptable. Ese ha sido el juicio no sólo mío sino también de todas las personas a las que he hecho partícipe de la hazaña realizada.

En resumen y como resultado de que la primera experiencia que tuve recortándome yo mismo el cabello fue muy exitosa, la semana pasada me compré por fin el aparatito en Amazon y hoy otra vez repetí el procedimiento, esta vez con mejores resultados que la vez anterior pues me sentí con mucho más confianza y puedo asegurarles de que de ahora en adelante es probable que pandemia o no, por las razones de higiene expuestas con anterioridad, yo seré el responsable del corte de mi cabello.

Y como esta hay muchas otras cosas que hemos ido aprendiendo sobre la marcha ...

Thursday, April 30, 2020

Lecciones de la Pandemia

En estos días no se puede hablar de otra cosa que no sea de la epidemia de Coronavirus y todas las repercusiones que conllevan las medidas que tanto uno como individuo o como país y/o sociedad en general debemos llevar a cabo con el fin de controlarla.

Todos somos afectados sin excepción aunque vale decir que algunos lo son más que otros. Ese podría ser un argumento para otra discusión pero por el momento quiero concentrarme en lo que he ido aprendiendo hasta hoy mientras se desarrolla y se hace realidad el dicho de que la vida te da sorpresas... y sorpresas te da la vida (así dice la canción).

Porque de todo se aprende y lo más importante es sacar una que otra lección de esta experiencia para la cual creo poca gente estaba preparada.

Para mí lo más importante es tratar de informarse al máximo de lo que está pasando y de esa manera poder tomar las medidas de precaución iniciales que permitan el que uno no sea de los primeros en agarrar el virus.

La importancia de esto radica en la novedad de la enfermedad que provoca el Covid-19 y por ende el que nadie sepa nada cómo tratarlo o erradicarlo ni tampoco los daños y consecuencias que provoca dentro del organismo. Sin embargo, a medida que van pasando los días van surgiendo a la luz detalles específicos de lo que ocurre y asimismo las estrategias que dan los mejores resultados.

Encontrar una solución o un tratamiento adecuado lleva tiempo. Es todo un proceso de ensayo y error y en la medida en la que uno pueda demorar la oportunidad de contraer el virus, es más alta la probabilidad de salir airoso de ese encuentro.

Otra cosa importante es que hay que ser alarmista sin con ello dejar de ser realista. Las actitudes estas de puro y simple optimismo y de que todo va a salir bien, etc., etc., sin en realidad hacer algo para que todo salga bien, son contraproducentes, podrían matarte, no funcionan y en general hacen más daño que bien.

Una cosa más que me llama a la atención es lo difícil que es hacer el trabajo de prevenir. O mejor dicho, tratar de vender la prevención sobre la base de un suceso que aún no ha ocurrido viene a resultar en una mercancía muy difícil de comprar. Es más fácil reparar, poner candado después que te roban o pagar el seguro después que ha ocurrido una pérdida.

Por todas estas razones es que he llegado a la conclusión de que en caso de pandemias como la que vivimos en estos días vale la pena ser un alarmista porque de lo contrario quizás estaríamos muertos.

Tuesday, March 31, 2020

La vida en los tiempos de una pandemia

De la noche a la mañana nuestras vidas han cambiado de manera radical. La realidad que vivimos ha dado un giro de 180 grados y todo está muy revuelto y alterado sin saber hasta cuando. Es un nuevo estado de cosas cuyo denominador común es el virus bautizado como Covid-19.

De repente ya no podemos dar apretones de manos, abrazos y mucho menos besos como formas de saludo. Es aconsejable no acercarse a nadie a una distancia menor de 6 pies. Se evita por todos los medios las congregaciones y cada quien mira con sospecha a cualquiera que esté estornudando o tosiendo.

Así es la vida cuando se está en medio de una epidemia. El que ha tenido la suerte de no haber sido despedido de su trabajo, ahora trabaja desde la casa y ello significa adaptarse, acostumbrarse a las limitaciones que ello conlleva, niños (donde los hay), vida familiar, espacios limitados.

Es una nueva realidad, un nuevo orden de cosas. Se recomienda el no salir de las casas y en algunos lugares se ha impuesto el toque de queda: no se puede salir a partir de determinadas horas. Y la verdad es que toda persona responsable de sí misma y de las personas allegadas, reconoce que es por su propio bien y el de los demás.

De todas maneras, no tiene sentido el salir. ¿Hacia dónde? Todo está cerrado. No puedes divertirte, entretenerte. No hay teatro, cine, restaurantes, ni actividades deportivas de ningún tipo. La vida como hemos estado acostumbrados a vivirla ha quedado suspendida y relegada (literalmente) al pasado.

Yo tenía planeado, por ejemplo, ir a la ciudad de Chicago el 24 de este mes. Era una estadía de menos de 5 días, de Martes a Sábado. El propósito era conocer la ciudad, la cual nunca he visitado. Sin embargo, no fui a ninguna parte. No tenía sentido visitar una ciudad fantasma. Perdí el dinero de mi boleto de avión porque no había reembolso. Pero fue la mejor decisión.

Y no es para menos. El peligro es real y uno no sabe como va responder el cuerpo ante la eventualidad de uno agarrar el dichoso virus. Da pena y horror a la vez, las vicisitudes que atraviesan los trabajadores de la salud, léase médicos, enfermeras, paramédicos, etc.

Pero no sólo ellos sino también los trabajadores de tiendas y supermercados, cajeros, gente que hace entregas a domicilio. Como anteayer en el supermercado donde le tocó atenderme una cajera que de seguro no llegaba a los 18, sin máscara y estaba condenada a pasarse el día entero atendiendo a clientes. Salí de allí todo aconcojado y deprimido.

Contrario a mucha gente yo no puedo evadir la realidad mirando series en Netflix o Amazon o Hulu y otras plataformas. No puedo concentrarme. Veo películas y series cuando no tengo problemas o no hay dificultades. Traté también de escaparme bebiendo alcohol, de preferencia cerveza, porque me gustan mucho. Pero tengo otras opciones: brandy, tequila y bourbon.

Al cabo de unos pocos días me di cuenta que ello era ser muy irresponsable. La resaca del otro día me iba a impedir identificar de manera temprana los síntomas del Covi-19 si por casualidad resultaba infectado. Además, si alguien necesitaba de mi ayuda no hubiera podido ofrecérsela.

Para no abundar más, porque todo el mundo tiene una versión más o menos parecida de lo que estoy viviendo, todo puede resumirse diciendo que: ¡La vida en los tiempos de una pandemia es una mierda!

Saturday, February 29, 2020

Viaje a Orlando

Creo que por varias razones ya se está definiendo la dirección de mis futuros viajes. La probabilidad más alta es que me quede viajando a lo interno de los Estados Unidos. Una de los motivos principales ahora mismo es el Corona Virus, una epidemia que se ha desatado en China pero que amenaza con extenderse al mundo entero. Me da pavor pensar que viajo a Europa y de regreso se me niegue la entrada o tenga que ser puesto en cuarentena porque el país o los países visitados hayan sido afectados por esta plaga.

También me preocupa el ambiente y me parece más apropiado debido a la menor emisión de CO2 el hacer viajes cortos de unas pocas horas en avión en contraste con los viajes largos de muchas horas a Europa o quizás Asia que me atrae enormemente también y ambos destinos han estado dentro de mis planes futuros.

En fin, para no abundar más, recibí de paso unas ofertas tentadoras para viajar a diferentes ciudades dentro de los Estados Unidos. Imagínense pagar menos de 75 dólares por un pasaje de ida y vuelta a Orlando y además contando allí con un lugar donde quedarme fue algo que me pareció irresistible el dejar pasar por alto.

Aproveché también la oportunidad de comprar otro pasaje de ida y vuelta hacia la ciudad de Chicago, un sitio que desde hace unos años estoy muy interesado en visitar. Este último viaje me va a salir en total por algo más de 100 dólares. La reservación quedó hecha para finales de Marzo. Espero que para ese entonces se haya aclarado un poco más la situación con el Corona Virus.

Estoy a la espera también de algunas ofertas hacia otras ciudades. Me interesa sobremanera ir a Las Vegas, New Mexico, Colorado, Winsconsin y alguien en el avión me entusiasmó en que visitara Savannah, Georgia.

El viaje hacia Orlando comenzó sin muchas expectativas. Las cosas por las que Orlando es más conocida a nivel general, a mí particularmente no me llaman mucho a la atención. Disney o Sea World (delfines amaestrados) no son santos de mi devoción. Talvez cambie de opinión si algún día me decido a visitarlos.

No obstante, una vez allá mi impresión cambió bastante para quedar maravillado por la organización, la seguridad y la tranquilidad de las comunidades internas; la amplitud, el orden y la señalización de las autopistas que comunican sin dificultad los diferentes sectores. Me pareció también que el precio de las cosas es más barato que en NY.



Hice un pequeño recorrido por Downtown Orlando y lo que vi me dejó con las ganas de volver con más tiempo para explorar la arquitectura, los bares y darle una vuelta completa al lago Eola que en su centro tiene una fuente lindísima.



Finalmente, ya en mi última noche me llevaron a conocer los alrededores del Convention Center, un lugar de imponente arquitectura e inmensamente grande (aunque no entramos: sólo le pasamos por el frente) rodeado de hoteles de lujo y que aparentemente es uno de los lugares preferidos en todo Estados Unidos para realizar convenciones importantes.

En los susodichos alrededores encontramos una colorida rueda, una casa/edificio construida al revés, un campo de minigolf bellísimo con un tema de islas, puentes y barcos piratas. Restaurantes y otros sitios de entretenimiento completan el panorama.






En general y dejando de lado la pequeña visita a Downtown Orlando y los alrededores del Convention Center, debo decir que lo que más se disfruta es el contraste del mundo del que vengo y una sensación indescriptible de sentirse en contacto con la naturaleza salvaje y al mismo tiempo gozar de todos los beneficios que la modernidad y la tecnología ofrecen.

Friday, January 31, 2020

Organizar la realidad inmediata

¿De qué trata el tema de hoy? Pues nada más y nada menos de lo difícil que es conectarse con la realidad cuando se vive en un mundo enteramente dependiente de los teléfonos inteligentes. No quiere decir que los teléfonos inteligentes y el mundo digital que viene con ellos no formen parte de la realidad, pero es otra muy distinta que tiende a aislarnos completamente de las cosas que ocurren a nuestro alrededor.

Tengo una hermana y una sobrina que cuando llegan a la casa y cuando salen de ella siempre están pegadas al teléfono, sin excepción. Llegan a la mía y prácticamente no se puede hablar con ninguna de ellas porque o llegan hablando ya por el teléfono o si no, sólo tardan unos pocos minutos para que vuelvan a conectarse de nuevo producto de una llamada o mensajes de texto.

Lo peor de todo esto no es el abismo o la interrupción que se crea sino la priorización que se le da a la comunicación telefónica o digital por encima de la personal y como bien puede entenderse, es difícil sostener un diálogo o intercambio significativo bajo esas circunstancias. Obviamente hay situaciones que pueden entenderse como cuando es una emergencia o algo que no puede esperar. De lo contrario no hay excusas. Todo, hasta el cielo puede esperar como en la famosa película de Warren Beatty.

Sin embargo, no es ahí donde el estar conectado todo el tiempo produce los mayores estragos. Por experiencia propia puedo constatar que son las tareas rutinarias que hacen nuestra vida vivible, las que más sufren. Me refiero a las tareas cotidianas, el lavar, cocinar, limpiar, cuidado personal, etc, todo queda relegado a un segundo plano cuando se está conectado 24/7 a una pantalla o a un teléfono inteligente.

Por eso este año, además de las otras cosas que me propongo hacer, también está consagrado para mí a dedicarme a cuidar los espacios en los que habito para deshacerme de todo aquello que sobra y ocupa espacio innecesario. A la conclusión a la que he llegado es que no puedo hacer nada de esto si no le dedico tiempo a ello y ese tiempo parece que lo he estado malgastando en las pantallas del celular, el Ipad y la computadora, además de Netflix, Amazon y otros proveedores de contenido digital.

A robarle tiempo a la pantalla pues y dedicarlo a organizar los espacios en los que vivo con menos cosas y más orden que en definitiva se traduce en más eficiencia y claridad en las cosas que me proponga hacer.

¡He dicho!
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