De todo se aprende en la vida y a todo hay que adaptarse si queremos seguir no sólo viviendo sino también prosperando. Es lo que debe esperarse y es lo que habitualmente ocurre con los cambios que se van sucediendo en nosotros y el medio que nos toca vivir.
No siempre, sin embargo, los cambios que se producen a nuestro alrededor son tan drásticos que de un momento a otro tenemos que crear nuevas formas de interacción porque las existentes ya no cumplen su cometido o simplemente no sirven.
Y eso es precisamente lo que nos ha tocado a todos experimentar de cerca con el Covid-19. Para bien o para mal y prácticamente de la noche a la mañana ha habido que reinventar nuevos patrones de interacción con nosotros mismos y todo lo demás que existe a nuestro alrededor animado o inanimado.
De eso se trata esta entrega, de una de las estrategias más sobresalientes que he tenido que implementar para sobrevivir dignamente en medio de esta crisis.
Ha habido varias pero una de las más importantes ha sido aprender a cortarme el cabello. Sí, eso ha sido genial. ¿Cómo pasó eso? La verdad es que no es tan difícil como parece y la verdad sea dicha es que desde mucho antes de la pandemia yo he tenido mis recelos en cuanto a la higiene de las barberías. Era una de las cosas que yo aceptaba como un mal necesario pero siempre me ha desagradado sentarme en la silla de un barbero donde otras personas se habían sentado con anterioridad, utilizando los mismos instrumentos en mi cabeza que minutos antes estuvieron en la de otros sin efectuar un proceso de esterilización confiable. Los barberos nunca cambian el delantal que han usado previamente con otro cliente. Sólo lo sacuden unas cuantas veces para eliminar el cabello residual de la recortada anterior. Lo mismo puede decirse de las tijeras, los peines y demás utensilios usados en el proceso de cortar el cabello... Una excepción son las navajas. Esas sí eran nuevas.
Cuando ya me estaba picando demasiado la cabeza y me estaba preocupando de que mi cabello estaba demasiado largo, veo a mi hermano que tiene la suya perfectamente arreglada. El se recorta casi al ras del cuero cabelludo y le pregunto que cómo y dónde lo hizo. Me dijo que el tenía una maquinita, el abejón como le dicen, y que el mismo lo hace. ¡Eureka! Eso mismo estaba yo pensando, comprar uno de esos instrumentos en Amazon para hacerlo yo mismo. Le hice unas cuantas preguntas técnicas con relación al aparatito y su manejo pero además de responderme me ofreció prestármelo.
No acepté de inmediato la propuesta del préstamo porque ya entiendo que un instrumento de esta categoría debe verse como algo tan personal como un cortauñas o un peine, etc. No obstante, unos días después ante la urgencia y la incomodidad del cabello largo, dejé a un lado mis aprensiones y le pedí que me lo trajera.
Hice lo que tenía que hacer y ayudado por un espejo me puse manos a la obra. No por casualidad he sido testigo de las muchas veces que me han cortado el pelo. Fue un proceso de ensayo y error cambiando el aparatito a distintas graduaciones pero finalmente salí a camino y el resultado fue mejor de lo esperado. Ni yo mismo podía creer de que todo podía quedar tan bien. No era perfecto pero era aceptable. Ese ha sido el juicio no sólo mío sino también de todas las personas a las que he hecho partícipe de la hazaña realizada.
En resumen y como resultado de que la primera experiencia que tuve recortándome yo mismo el cabello fue muy exitosa, la semana pasada me compré por fin el aparatito en Amazon y hoy otra vez repetí el procedimiento, esta vez con mejores resultados que la vez anterior pues me sentí con mucho más confianza y puedo asegurarles de que de ahora en adelante es probable que pandemia o no, por las razones de higiene expuestas con anterioridad, yo seré el responsable del corte de mi cabello.
Y como esta hay muchas otras cosas que hemos ido aprendiendo sobre la marcha ...
No siempre, sin embargo, los cambios que se producen a nuestro alrededor son tan drásticos que de un momento a otro tenemos que crear nuevas formas de interacción porque las existentes ya no cumplen su cometido o simplemente no sirven.
Y eso es precisamente lo que nos ha tocado a todos experimentar de cerca con el Covid-19. Para bien o para mal y prácticamente de la noche a la mañana ha habido que reinventar nuevos patrones de interacción con nosotros mismos y todo lo demás que existe a nuestro alrededor animado o inanimado.
De eso se trata esta entrega, de una de las estrategias más sobresalientes que he tenido que implementar para sobrevivir dignamente en medio de esta crisis.
Ha habido varias pero una de las más importantes ha sido aprender a cortarme el cabello. Sí, eso ha sido genial. ¿Cómo pasó eso? La verdad es que no es tan difícil como parece y la verdad sea dicha es que desde mucho antes de la pandemia yo he tenido mis recelos en cuanto a la higiene de las barberías. Era una de las cosas que yo aceptaba como un mal necesario pero siempre me ha desagradado sentarme en la silla de un barbero donde otras personas se habían sentado con anterioridad, utilizando los mismos instrumentos en mi cabeza que minutos antes estuvieron en la de otros sin efectuar un proceso de esterilización confiable. Los barberos nunca cambian el delantal que han usado previamente con otro cliente. Sólo lo sacuden unas cuantas veces para eliminar el cabello residual de la recortada anterior. Lo mismo puede decirse de las tijeras, los peines y demás utensilios usados en el proceso de cortar el cabello... Una excepción son las navajas. Esas sí eran nuevas.
Cuando ya me estaba picando demasiado la cabeza y me estaba preocupando de que mi cabello estaba demasiado largo, veo a mi hermano que tiene la suya perfectamente arreglada. El se recorta casi al ras del cuero cabelludo y le pregunto que cómo y dónde lo hizo. Me dijo que el tenía una maquinita, el abejón como le dicen, y que el mismo lo hace. ¡Eureka! Eso mismo estaba yo pensando, comprar uno de esos instrumentos en Amazon para hacerlo yo mismo. Le hice unas cuantas preguntas técnicas con relación al aparatito y su manejo pero además de responderme me ofreció prestármelo.
No acepté de inmediato la propuesta del préstamo porque ya entiendo que un instrumento de esta categoría debe verse como algo tan personal como un cortauñas o un peine, etc. No obstante, unos días después ante la urgencia y la incomodidad del cabello largo, dejé a un lado mis aprensiones y le pedí que me lo trajera.
Hice lo que tenía que hacer y ayudado por un espejo me puse manos a la obra. No por casualidad he sido testigo de las muchas veces que me han cortado el pelo. Fue un proceso de ensayo y error cambiando el aparatito a distintas graduaciones pero finalmente salí a camino y el resultado fue mejor de lo esperado. Ni yo mismo podía creer de que todo podía quedar tan bien. No era perfecto pero era aceptable. Ese ha sido el juicio no sólo mío sino también de todas las personas a las que he hecho partícipe de la hazaña realizada.
En resumen y como resultado de que la primera experiencia que tuve recortándome yo mismo el cabello fue muy exitosa, la semana pasada me compré por fin el aparatito en Amazon y hoy otra vez repetí el procedimiento, esta vez con mejores resultados que la vez anterior pues me sentí con mucho más confianza y puedo asegurarles de que de ahora en adelante es probable que pandemia o no, por las razones de higiene expuestas con anterioridad, yo seré el responsable del corte de mi cabello.
Y como esta hay muchas otras cosas que hemos ido aprendiendo sobre la marcha ...
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