En estos días no se puede hablar de otra cosa que no sea de la epidemia de Coronavirus y todas las repercusiones que conllevan las medidas que tanto uno como individuo o como país y/o sociedad en general debemos llevar a cabo con el fin de controlarla.
Todos somos afectados sin excepción aunque vale decir que algunos lo son más que otros. Ese podría ser un argumento para otra discusión pero por el momento quiero concentrarme en lo que he ido aprendiendo hasta hoy mientras se desarrolla y se hace realidad el dicho de que la vida te da sorpresas... y sorpresas te da la vida (así dice la canción).
Porque de todo se aprende y lo más importante es sacar una que otra lección de esta experiencia para la cual creo poca gente estaba preparada.
Para mí lo más importante es tratar de informarse al máximo de lo que está pasando y de esa manera poder tomar las medidas de precaución iniciales que permitan el que uno no sea de los primeros en agarrar el virus.
La importancia de esto radica en la novedad de la enfermedad que provoca el Covid-19 y por ende el que nadie sepa nada cómo tratarlo o erradicarlo ni tampoco los daños y consecuencias que provoca dentro del organismo. Sin embargo, a medida que van pasando los días van surgiendo a la luz detalles específicos de lo que ocurre y asimismo las estrategias que dan los mejores resultados.
Encontrar una solución o un tratamiento adecuado lleva tiempo. Es todo un proceso de ensayo y error y en la medida en la que uno pueda demorar la oportunidad de contraer el virus, es más alta la probabilidad de salir airoso de ese encuentro.
Otra cosa importante es que hay que ser alarmista sin con ello dejar de ser realista. Las actitudes estas de puro y simple optimismo y de que todo va a salir bien, etc., etc., sin en realidad hacer algo para que todo salga bien, son contraproducentes, podrían matarte, no funcionan y en general hacen más daño que bien.
Una cosa más que me llama a la atención es lo difícil que es hacer el trabajo de prevenir. O mejor dicho, tratar de vender la prevención sobre la base de un suceso que aún no ha ocurrido viene a resultar en una mercancía muy difícil de comprar. Es más fácil reparar, poner candado después que te roban o pagar el seguro después que ha ocurrido una pérdida.
Por todas estas razones es que he llegado a la conclusión de que en caso de pandemias como la que vivimos en estos días vale la pena ser un alarmista porque de lo contrario quizás estaríamos muertos.
Todos somos afectados sin excepción aunque vale decir que algunos lo son más que otros. Ese podría ser un argumento para otra discusión pero por el momento quiero concentrarme en lo que he ido aprendiendo hasta hoy mientras se desarrolla y se hace realidad el dicho de que la vida te da sorpresas... y sorpresas te da la vida (así dice la canción).
Porque de todo se aprende y lo más importante es sacar una que otra lección de esta experiencia para la cual creo poca gente estaba preparada.
Para mí lo más importante es tratar de informarse al máximo de lo que está pasando y de esa manera poder tomar las medidas de precaución iniciales que permitan el que uno no sea de los primeros en agarrar el virus.
La importancia de esto radica en la novedad de la enfermedad que provoca el Covid-19 y por ende el que nadie sepa nada cómo tratarlo o erradicarlo ni tampoco los daños y consecuencias que provoca dentro del organismo. Sin embargo, a medida que van pasando los días van surgiendo a la luz detalles específicos de lo que ocurre y asimismo las estrategias que dan los mejores resultados.
Encontrar una solución o un tratamiento adecuado lleva tiempo. Es todo un proceso de ensayo y error y en la medida en la que uno pueda demorar la oportunidad de contraer el virus, es más alta la probabilidad de salir airoso de ese encuentro.
Otra cosa importante es que hay que ser alarmista sin con ello dejar de ser realista. Las actitudes estas de puro y simple optimismo y de que todo va a salir bien, etc., etc., sin en realidad hacer algo para que todo salga bien, son contraproducentes, podrían matarte, no funcionan y en general hacen más daño que bien.
Una cosa más que me llama a la atención es lo difícil que es hacer el trabajo de prevenir. O mejor dicho, tratar de vender la prevención sobre la base de un suceso que aún no ha ocurrido viene a resultar en una mercancía muy difícil de comprar. Es más fácil reparar, poner candado después que te roban o pagar el seguro después que ha ocurrido una pérdida.
Por todas estas razones es que he llegado a la conclusión de que en caso de pandemias como la que vivimos en estos días vale la pena ser un alarmista porque de lo contrario quizás estaríamos muertos.
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