La dependencia física es un elemento común y un inconveniente que comparte toda definición de adicción pero no siempre quien la padece quiere salir de ella. Sin temor a equivocarme, más bien estoy seguro, soy adicto a la cafeína del café. No funciona tan bien a la cafeína presente en el Red Bull o el té.
Esta adicción, a diferencia de otras que hay en el mercado es una de la que no me siento compelido a salir.
De manera inequívoca sé que si dejo de tomarlo por un día me va a doler terriblemente la cabeza. Es más, con unas horas que me pase despues de las 24 que tiene un día ya siento la predisposición al dolor. Pero además de física mi adicción es tambien psicológica. Me gusta su olor, me gusta su aroma, hasta la gente que lo toma por el sólo hecho de hacerlo me cae bien.
¿Y porqué habría de dejarlo?
No me ocasiona mayores problemas, es legal y se encuentra en todas partes y a todas horas. Pero tambien son innumerables los beneficios que supuestamente produce. Y como toda adicción siempre tiene un comienzo que no permanece estático y evoluciona con el tiempo haciéndose cada vez más o menos complejo e incomprensible a los ojos de unos y otros.
En el caso mío, comencé a tomarlo dulce por no decir muy dulce. Luego aprendí a mezclarlo con otras cosas: leche, chocolate, nuez moscada, canela. Aquí caben los cafés con sabor a vainilla y otros que te dan a probar por ahí. Pero todavía me gustaba dulce, con azúcar, pero en vez de 3 cucharadas las bajé a 2.
Y de repente las cosas comienzan a cambiar. Descubres que demasiada azúcar o poca azúcar empalaga y 2 cucharadas entonces se convierten en 1, hasta un día que te das cuenta que lo que ansías con vehemencia no es su dulzura sino lo amargo que hay en él y mientras menos edulcorantes mucho mejor... y desde ese día para sorpresa de unos cuantos, el café ya no necesita aditivos y lo prefieres, lo exiges que sea negro, puro y sin azúcar como debe ser, según la expresión del abuelo de una amiga mía.
Una cosa no cambia, eso sí. Sin importar la presentación, la adicción es la misma y es una de la que no me siento avergonzado y de la que tampoco pretendo salir por ahora.
Y como esta es una confesión pública tampoco creo que me van a ver por ahí recluído en algún centro de rehabilitación o asistiendo a una terapia de grupos al estilo alcohólicos anónimos y grupos relacionados.