La señora le pidió a Frank que le hiciera el favor de buscarle unas cosas que estaban en Manhattan y el dijo que sí. Para hacerlo utilizó el carro de mi hermana. Cuando llegó al sitio no encontró donde aparcar el vehículo y lo dejó en doble parqueo mientras subía al tercer o cuarto piso de un edificio a buscar las cosas.
Cuando bajó, encontró que la policía — que tampoco duerme en New York — ya le había dejado un regalito: una multa de 115 dólares por estacionarse mal.
Se podía apreciar la inconformidad de mi hermana al contar esa historia de lo que había pasado. El enojo aún persistía y con suficiente razón. Sin haber hecho nada malo, ella era la perjudicada, a final de cuentas, por ser dueña del vehículo y responsable ante la ley de pagar el ticket en cuestión.
Ante la eventualidad, la señora le dio el dinero de la multa a mi hermana y ella lo cogió porque estimaba que nada de ello hubiera ocurrido si la necesidad no se le hubiera presentado a la doña y esta le pidiera a Frank que fuera a Manhattan a resolverle su asunto.
No estuve de acuerdo y así se lo hice saber. Esa señora no lo mandó a parquear doble en caso de no encontrar un espacio libre. Esa fue una mala elección de quién conducía el vehículo, en este caso Frank y él y sólo él debería pagar por ello.
Los errores y las imprudencias pueden tener consecuencias negativas y cuando uno decide hacerle un favor a alguien — igual como si uno estuviera haciendo algo para sí mismo — ello no exime a uno de las reglas y los deberes que debemos cumplir en la ejecución de la tarea que tenemos entre manos.
Si la policía nos agarra en un exceso de velocidad porque vamos tarde al trabajo, es nuestra culpa, no del trabajo que no nos ha mandado a infringir las leyes de tránsito. Pueden sumarse muchas otras causas y circunstancias que podemos sacar de la manga y decir que fue por esto o aquello la razón por la que íbamos tarde y ni aún así se justifica el que si la policía nos para, le tenemos que echar la culpa a cualquiera de esas circunstancias.
Es una práctica más generalizada de la cuenta el uno no querer asumir las culpas o las responsabilidades de las cosas y querer buscar culpables en los otros, como si uno fuera un títere que no tiene poder de decisión para determinar lo que es correcto o no, o cuál es el mejor curso de acción que se debe emprender ante una eventualidad.
Si nos ponemos a analizar, es este mismo tipo de razonamiento de echarle la culpa a los demás y no a nosotros mismos, el que está detrás de expresiones como: "él o ella me provocó"; "él me asustó y por eso..."; "las mujeres no deben vestirse así provocando que las violen"; "me insultó y por eso lo maté".
Culpabilizar a los otros (culpabilizar a la víctima), de una acción originada por nosotros, no nos lleva en ninguna buena dirección. Aceptar nuestra cuota parcial o total de responsabilidad en los resultados ya sean estos buenos o malos, sí. En fin, you know what I mean!
1 comment:
Precisamente en esto he estado pensando en estos días, aunque en otra dirección, y quiero escribir algo titulado: La cultura del "padre de familia". Bien.
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