Que el poder corrompe a las personas más que un dicho, es un hecho harto conocido y del que se ha escrito desde tiempos inmemoriales.
El poder es importante. Tener poder es aún más importante y parece ser una recompensa en sí mismo. Todo el mundo lo busca de alguna manera u otra, de manera abierta y también de un modo sutil y soterrado.
El poder lo da el dinero, las posesiones, el status, la clase social a la que se pertenece y en sociedades desiguales sirve para mantener y afianzar las desigualdades y el status quo.
Existen gran cantidad de marcadores que sirven para determinar el poder que tienen unas personas sobre otras dependiendo de si pertenecen o encajan en ciertas categorías. El sexo es una de esas y por igual la raza, el color de la piel, el lugar de origen, etc., elementos que en particular o en conjunto sirven para determinar si se tiene más poder o no en la sociedad.
Todas estas categorías se entremezclan y hacen mucho más difícil una evaluación objetiva del poder pues dentro de un mismo grupo ciertos elementos que sobresalen les dan más poder a unos individuos más que a otros y así nos encontramos con una telaraña de situaciones y|o relaciones de poder que trascienden los límites de los grupos particulares y viceversa.
No toca aquí analizar todas las dinámicas en las que está envuelto el poder ni tampoco voy a entrar en detalles analizando lo que es o no el poder. Asumo que todo el mundo tiene una idea subjetiva de lo que significa y es quizás una de esas cosas que aunque no se pueda definir de manera muy clara, todo el mundo lo ha experimentado de una forma u otra cuando ha sido una víctima de él.
De lo que sí me interesa hablar o llamar la atención es del abuso de poder. Tener poder es bueno cuando se posee y se usa para hacer el bien; cuando nos permite hacer justicia, hacer cosas buenas y ayudar a los demás.
Por el contrario, utilizar el poder para beneficio propio y en detrimento del bienestar o sin importar el daño que podemos causar a los demás es un abuso y en ese sentido estamos en contra del mismo.
Lo triste del caso es que las mismas personas que han sido víctimas del abuso de poder, a su vez abusan de su poder con relación a otras y estas a otras en una sucesión escalonada produciendo una cadena o un círculo vicioso del que parece no hay escapatoria.
Por un lado uno encuentra personas que se quejan del maltrato sufrido por los que están por encima de ellas pero al mismo tiempo ellas maltratan a otras que están por debajo. Ya lo dice la expresión popular: A Dios rogando y con el mazo dando.
Me alegra mucho la situación que estamos viviendo en los últimos meses en la que casi a diario han salido a relucir públicamente los abusos cometidos por figuras poderosas quiénes utilizando su poder se han aprovechado sexualmente de sus víctimas y para colmo habían logrado amedrentarlas y chantajearlas logrando silenciarlas por años.
Me alegraré mucho más cuando además de hacernos conscientes del abuso de poder que cometen con nosotros los que tienen más poder, podamos nosotros a su vez denunciarlo y aún más importante, que nos volvamos conscientes del abuso que también cometemos con los que tienen menos poder e influencia y podamos así tener el poder de parar, romper la cadena, el ciclo y la espiral que perpetúa este estado de cosas.
El poder es importante. Tener poder es aún más importante y parece ser una recompensa en sí mismo. Todo el mundo lo busca de alguna manera u otra, de manera abierta y también de un modo sutil y soterrado.
El poder lo da el dinero, las posesiones, el status, la clase social a la que se pertenece y en sociedades desiguales sirve para mantener y afianzar las desigualdades y el status quo.
Existen gran cantidad de marcadores que sirven para determinar el poder que tienen unas personas sobre otras dependiendo de si pertenecen o encajan en ciertas categorías. El sexo es una de esas y por igual la raza, el color de la piel, el lugar de origen, etc., elementos que en particular o en conjunto sirven para determinar si se tiene más poder o no en la sociedad.
Todas estas categorías se entremezclan y hacen mucho más difícil una evaluación objetiva del poder pues dentro de un mismo grupo ciertos elementos que sobresalen les dan más poder a unos individuos más que a otros y así nos encontramos con una telaraña de situaciones y|o relaciones de poder que trascienden los límites de los grupos particulares y viceversa.
No toca aquí analizar todas las dinámicas en las que está envuelto el poder ni tampoco voy a entrar en detalles analizando lo que es o no el poder. Asumo que todo el mundo tiene una idea subjetiva de lo que significa y es quizás una de esas cosas que aunque no se pueda definir de manera muy clara, todo el mundo lo ha experimentado de una forma u otra cuando ha sido una víctima de él.
De lo que sí me interesa hablar o llamar la atención es del abuso de poder. Tener poder es bueno cuando se posee y se usa para hacer el bien; cuando nos permite hacer justicia, hacer cosas buenas y ayudar a los demás.
Por el contrario, utilizar el poder para beneficio propio y en detrimento del bienestar o sin importar el daño que podemos causar a los demás es un abuso y en ese sentido estamos en contra del mismo.
Lo triste del caso es que las mismas personas que han sido víctimas del abuso de poder, a su vez abusan de su poder con relación a otras y estas a otras en una sucesión escalonada produciendo una cadena o un círculo vicioso del que parece no hay escapatoria.
Por un lado uno encuentra personas que se quejan del maltrato sufrido por los que están por encima de ellas pero al mismo tiempo ellas maltratan a otras que están por debajo. Ya lo dice la expresión popular: A Dios rogando y con el mazo dando.
Me alegra mucho la situación que estamos viviendo en los últimos meses en la que casi a diario han salido a relucir públicamente los abusos cometidos por figuras poderosas quiénes utilizando su poder se han aprovechado sexualmente de sus víctimas y para colmo habían logrado amedrentarlas y chantajearlas logrando silenciarlas por años.
Me alegraré mucho más cuando además de hacernos conscientes del abuso de poder que cometen con nosotros los que tienen más poder, podamos nosotros a su vez denunciarlo y aún más importante, que nos volvamos conscientes del abuso que también cometemos con los que tienen menos poder e influencia y podamos así tener el poder de parar, romper la cadena, el ciclo y la espiral que perpetúa este estado de cosas.