Sunday, August 31, 2025

En casa ajena

 Recientemente he tenido la oportunidad de revivir la experiencia de lo que es sentirse estar en casa ajena. Mi impresión general ha sido la de que no importa lo bien que te traten, la sensación de incomodidad prevalece por encima de todas las cosas. Sí, comparado con estar en su propia casa o en un hotel, es un poco penoso sentir que uno no está en control de todo y está invadiendo los espacios de otros. 

A manera de ilustración, imagínense que estoy acostumbrado la mayoría de las veces a ir una vez al baño por las noches y tener uno que levantarse a las 4 o las 5 de la mañana a hacer lo que uno tiene que hacer en esos lugares sagrados. Por más que uno trate de minimizar los ruidos, siempre se va a notar cuando se abren y cierran puertas o se prenden luces a esas horas (aunque sólo sean las del teléfono). Escuchen a uno o no, asumimos que los demás están oyendo y es difícil no sentirse culpable de cualquier disrupción que hayamos podido causar a quiénes nos han extendido la cortesía de compartir el espacio de sus hogares.

Esta situación del baño a deshoras puede generalizarse y extenderse hacia otros espacios como la cocina, las áreas de esparcimiento, el refrigerador, la televisión, etc.. Uno no conoce las reglas no escritas que existen en la casa y sin exagerar, es como andar un poco a ciegas o a oscuras hasta que a medidad que pasa un poco el tiempo se aclaran mejor las cosas.

Al final no se sabe quién siente más alivio a la hora de terminarse la estadía si quien se va o quien se queda y la incertidumbre siempre va a quedar en nosotros de la impresión que dejamos en nuestros anfitriones.

En todo caso, de todo se aprende y esta ocasión sirve para ponernos en el lugar de todos los futuros huéspedes, ya sea para evitar en lo posible el ser uno de ellos, o si nos toca ser anfitriones, ofrecer en la medida de lo posible una mejor experiencia hacia aquellos que se dignen visitarnos y compartir nuestros espacios físicos y mentales.

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