A las 6:50 de la mañana de este Viernes leí en su blog que ella estaba triste e inmediatamente yo también me puse triste.
No lo supe en ese momento sino horas más tarde cuando me preguntaba a mí mismo a qué se debía ese sentimiento mezcla de melancolía e infelicidad (como si me faltara algo) que me embargaba y me hacía caminar desanimado y mucho más despacio que de costumbre.
Me puse a recordar y me di cuenta que esa información era la culminación de toda una semana en la que predominaron los motivos tristes. Ir a ver la obra de Himmelweg el pasado fin de semana (Way to Heaven: sobre un campo de concentración Nazi construído con el propósito expreso de engañar y encubrir el mal trato dado por los alemanes a los judíos), fue el primero de los ingredientes con que comenzó a prepararse el escenario.
Luego, en la mitad de la semana me conmovió sobremanera enterarme que una amiga, se había pasado todo el día anterior llorando. Saber las razones particulares por las que lo hacía nunca es lo más relevante para mí bajo esas circunstancias aunque siempre podemos intuirlo.
El sufrimiento de otro ser humano, sobretodo cuando es muy poco lo que se puede hacer para aliviarlo, nos deja con una sensación doble que es una mezcla de impotencia y desconsuelo. ¿Qué podríamos hacer para tratar de quitarnos ese incómodo sentimiento de parálisis y a la vez tratar de servir de algo para ayudar a la otra persona a mitigar su aflicción? No mucho lamentablemente. Por lo menos así parece.
Con la lectura de ayer Viernes se completaron todos los ingredientes necesarios para darle a la fórmula su real efecto debilitante.
Y ese malestar no nos abandonó durante todo el día.
Es increíble el poder de contagio que tienen algunas emociones. Sin embargo no siempre ocurre así con todas. En otras palabras, no hay simetría entre unas y otras. La felicidad o la euforia de un amigo/a o ser querido podrían ser un buen ejemplo.
Ellas no nos proveen de un poder energizante tan grande que sea equivalente al que en proporción inversa nos sustraen, nos quitan esas emociones y sentimientos de dolor que presenciamos en aquellas personas con las cuales nos une algún lazo de tipo emocional y sentimental.
¿Porqué la capacidad para sufrir las desgracias y desventuras ajenas tiene que ser mayor que nuestra capacidad de disfrutar la felicidad y el bienestar de las personas que están a nuestro alrededor?
¡No sé a cuales propósitos sirve esa asimetría: por lo pronto yo no la siento nada bien!
5 comments:
Quizá opinemos diferente pero creo que "la comodidad de estar triste es incluso preciosa".. en lo personal es un estado habitual que me permite estar conmigo misma. buen post, saludos. sigo por acá.
Tu entrada me recuerda la canción "Better" de Regina Spektor en la que desde toda la inoncencia dice "If I kiss you where it's sore, will you feel better?"
"You're getting sadder, getting sadder, getting sadder, getting sadder
And I don't understand, and I don't understand
But if I kiss you where it's sore
If I kiss you where it's sore
Will you feel better, better, better"
http://www.youtube.com/watch?v=BTVrqWuZfoc
Volvemos a disentir, por útil que la tristeza pueda servir para escribir versos cargados de lirismo a mí en verdad no me resulta cómoda llevarla..., es quizás la falta de costumbre y no quisiera tampoco acostumbrarme.
Bu!, esa canción me gusta pero no me había detenido en la letra.. De seguro que un beso puede calmar donde a uno le duele pero es difícil encontrar el punto donde la tristeza duele... ¿Dónde estará localizada el alma para que un beso pueda llegar donde está ella? :D
Volvemos a un comentario que acabo de hacer en mi blog, algo así como que no siempre es positivo que haya sentimientos de por medio. A veces sería mejor que experimentemos el mundo sólo de manera racional, creo yo.
Parece que la naturaleza es asi: Basta una gota de tinta para dañar un balde de agua limpia. Lo no deseado rinde demasiado. Igual ocurre con la amistad y el amor (sobre todo con la primera). Un solo hecho negativo, real o supuesto, y la mayoría de las veces la amistad se va al carajo no importando cuantas experiencias a favor hayamos acumulado.
La canción de Regina me recuerda el estribillo que se le canta a los niños cuando se dan un golpe, mientras se les pasa la mano: "Sana, sana, culito de rana, que si no te sanas hoy te sanas mañana". A mi me sorprendía que se calmaban después de la cancioncita.
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