Una buena conversación estimula la imaginación y pone a uno a pensar en cosas que no había tomado en cuenta antes y surgen así como de la nada ideas y pensamientos de los más creativos y originales.
Me pasó el otro día con una de mis clientes favoritas quien en medio de la revisión de su cobertura de salud para el año entrante vino a formar parte de la conversación el hecho de que era la hermana de un integrante de un grupo de Rock al que conozco desde hace muchos años: Los Lobos.
Nos entretenemos siempre hablando de seguros y de todo y de nada en particular y sin proponérnoslo nos adentramos siempre a hablar de cultura, viajes, de salud y claro, no podía faltar la comida. Esta señora es chicana, de California, muy culta ella y como toda buena californiana muy preocupada por la que es o no es saludable.
Fue en medio de esas divagaciones que se me ocurrió a mí decirle algo que me vino a la mente en esos momentos. Le decía yo que parece que las personas no aumentamos nuestros conocimientos en materia de nutrición de manera proporcional al aumento de nuestra capacidad para adquirir los alimentos que consumimos.
Según mi teoría, nuestros hábitos alimenticios están condicionados por la cultura y por nuestra capacidad de poder adquisitivo, lo cual no necesariamente tiene que ser racional o estar relacionado con el poder nutritivo de los alimentos que ingerimos. En tal sentido, el aumento de nuestro poder adquisitivo podría influir negativamente en nuestra salud por el simple hecho de proporcionarnos con más frecuencia la clase de alimentos que preferimos más y a menos que nos hayamos educado en la materia, no siempre serían los más adecuados y saludables..
Talvez la idea no sea tan original porque ya había oído hablar de la paradoja de los cubanos. Ellos gozan de uno de los niveles más altos de salubridad en el mundo (la calidad de su medicina es un factor), sin embargo es de todos conocida la difícil situación económica por la que atraviesan lo cual los hace consumir mucho menos calorías que las que se consumen en países más desarrollados.
Todo parece indicar que lo que hace daño no es tan solo la calidad de lo que se consume sino también la cantidad y paradójicamente la escasez se convierte en un buen aliado de la salud a falta de mejor conocimiento en la selección de lo que introducimos como alimento en nuestros cuerpos.
Me pasó el otro día con una de mis clientes favoritas quien en medio de la revisión de su cobertura de salud para el año entrante vino a formar parte de la conversación el hecho de que era la hermana de un integrante de un grupo de Rock al que conozco desde hace muchos años: Los Lobos.
Nos entretenemos siempre hablando de seguros y de todo y de nada en particular y sin proponérnoslo nos adentramos siempre a hablar de cultura, viajes, de salud y claro, no podía faltar la comida. Esta señora es chicana, de California, muy culta ella y como toda buena californiana muy preocupada por la que es o no es saludable.
Fue en medio de esas divagaciones que se me ocurrió a mí decirle algo que me vino a la mente en esos momentos. Le decía yo que parece que las personas no aumentamos nuestros conocimientos en materia de nutrición de manera proporcional al aumento de nuestra capacidad para adquirir los alimentos que consumimos.
Según mi teoría, nuestros hábitos alimenticios están condicionados por la cultura y por nuestra capacidad de poder adquisitivo, lo cual no necesariamente tiene que ser racional o estar relacionado con el poder nutritivo de los alimentos que ingerimos. En tal sentido, el aumento de nuestro poder adquisitivo podría influir negativamente en nuestra salud por el simple hecho de proporcionarnos con más frecuencia la clase de alimentos que preferimos más y a menos que nos hayamos educado en la materia, no siempre serían los más adecuados y saludables..
Talvez la idea no sea tan original porque ya había oído hablar de la paradoja de los cubanos. Ellos gozan de uno de los niveles más altos de salubridad en el mundo (la calidad de su medicina es un factor), sin embargo es de todos conocida la difícil situación económica por la que atraviesan lo cual los hace consumir mucho menos calorías que las que se consumen en países más desarrollados.
Todo parece indicar que lo que hace daño no es tan solo la calidad de lo que se consume sino también la cantidad y paradójicamente la escasez se convierte en un buen aliado de la salud a falta de mejor conocimiento en la selección de lo que introducimos como alimento en nuestros cuerpos.
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