Monday, April 29, 2024

Sólo eres el conductor, no el dueño de ti mismo

 "Nosotros no somos dueños de nuestros cuerpos, nuestros cuerpos son los dueños de nosotros", fue la conclusión a la que llegamos mi interlocutor y yo al final de la conversación. ¿Cómo llegamos ahí? Pues hablando de que el cuerpo es como una máquina en la que el conductor aunque en cierto modo la dirige y controla, él no es consciente de las cosas que la hacen mover o de los detalles internos que ocurren en su interior. Es como el piloto que sabe volar y aterrizar un avión o el chofer que maneja un automóvil; ninguno sabe con exactitud lo que pasa en las turbinas o el motor o la estructura completa de estos artefactos. Tampoco es necesario que lo sepan para poder operarlas.

Igual ocurre con nuestros organismos. No necesitamos saber todas las cosas que ocurren dentro de ellos para no sólo creer que nos pertenecen sino también para creer que sabemos lo que tenemos que hacer cuando dejan de responder o comienzan a actuar de manera errática.

Pero a diferencia de las máquinas, los vehículos y los aviones que cuando fallan los llevamos a reparar al mecánico o a personas especializadas en esos menesteres, nosotros vemos los cuerpos como extensiones de nosotros mismos y muchas veces creemos que sabemos lo que hay que hacer para volver a ponerlos a funcionar una vez fallan o no trabajan como nos han tenido acostumbrados en el pasado recién o lejano.

Por todo lo anterior es importante que aprendamos a separarnos de nuestros cuerpos y admitir que ellos no son nuestros y que siguen reglas de las que nosotros no sabemos absolutamente nada y que se pertenecen a si mismos o siguen leyes de vida que van más allá de nuestro entendimiento. Tan pronto como podamos distanciarnos de la parte física de los órganos, aparatos y sistemas que gobiernan nuestra existencia, podremos ver con más claridad y objetividad qué es necesario hacer para que los mismos funcionen como debieran o para corregir desviaciones en el comportamiento de los mismos.

Una vez hacemos ese reconocimiento de quién es el dueño de quién (o no), es más fácil entonces encontrar quién puede hacer un mejor trabajo recomendando lo que hay que hacer para resolver los problemas que con el tiempo se irán presentando. La idea es, trata a tu cuerpo y tu mente como si fuera un automóvil y aunque tu seas que lo conduces y te creas el dueño, a la hora de necesitar reparaciones no trates de hacerlas tu mismo, llévalas a dónde alguien que sepa más que tú qué hacer, llévalas al mejor mecánico que puedas encontrar: tu y tu carro se lo merecen.

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