En estos últimos años, meses y días me debato constantemente entre el deseo de revelar mi verdadero pensar y sentir sobre las cosas que ocurren a mi alrededor y al mismo tiempo el tratar de no herir las susceptibilidades de todos aquellos que no comparten mi manera de ver el mundo.
Soy realista o así creo que soy. Eso significa que mis puntos de vista buscan siempre acercarse a la realidad en vez de alejarse. Trato de basar mis criterios en los hechos y estoy dispuesto a cambiarlos en la medida que los mismos no justifican o contradicen los resultados esperados.
Lamentablemente, no creo que la mayoría de la gente es como yo. Y por ende lo que yo pienso y creo, entra bastante en conflicto con lo que las gentes con quienes interactúo piensan y creen. La mayor parte de las veces, el tiempo y la realidad me dan la razón.
No obstante a veces la tensión entre lo que yo creo y pienso sobre las cosas y lo que los demás piensan, creen y expresan de ellas, es insostenible. El problema está en que en muchos casos no es factible o es contraproducente el uno decir lo que piensa realmente sobre las cosas, especialmente si ello ocurre en medio de transacciones de negocios.
Como en todo, la cordura debe primar y aunque uno debe tratar de sentirse cómodo tratando de ser uno mismo en la mayoría de las circunstancias posibles, ello no debe ocurrir a expensas de perder otras cosas como la reputación y los negocios que mantienen a uno a flote en medio de la existente hipocresía social.
El balance y el equilibrio debe imponerse, especialmente en aquellas situaciones donde además del ego existen otras cosas muy importantes que se pueden perder también si uno no actúa con la mesura y el tacto que demanda cada situación.
