Esta noticia de la historia del último eunuco en china me conmovió.
Con el propósito de algún día poder vengarse de un terrateniente que le robó sus tierras y le quemó la casa, la familia de Sun Yaoting lo castró para ser ofrecido al emperador y con ello ganar el poder, el dinero y las influencias políticas necesarias para realizar tal venganza.
"Su desesperado padre realizó la castración en la cama de su casa de paredes de lodo, sin anestesia y únicamente utilizó papel empapado en aceite como vendaje. Una pluma de ganso fue insertada en la uretra de Sun para prevenir que la misma no se bloqueara mientras la herida sanaba"
El reporte continúa diciendo que estuvo inconsciente por 3 días y apenas pudo moverse en los siguientes 2 meses. Y cuando finalmente se levantó de la cama, la historia le jugó la primera de una serie de trampas crueles - descubrió que el emperador a quién él había esperado servir había abdicado varias semanas antes.
-Su turbulenta vida ha sido recogida en "The last eunuch of China" escrita por Jia Yinghua, historiador aficionado quién gracias a muchos años de amistad con Sun pudo extraerle esos secretos que eran demasiado dolorosos o íntimos para desparramarlos a periodistas entrometidos o a archivistas estatales.
Toda imagen o referencia de una castración duele. Recuerdo una historia similar contada por Mario Vargas Llosa (en este caso el responsable de la emasculación fue un perro) y el sufrimiento que conlleva la vida de ese personaje que tiene que ocultar amargamente las miserias de su situación.
Me pregunto ¿cuántos de nosotros cargamos secretos o sufrimos una realidad tan dolorosa que es inefable, incontable y por consecuencia se hace insufrible e insoportable?
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