Con un abrazo de buenas noches nos despedimos anoche por teléfono luego de finalizar la conversación que puso punto final al recuento habitual de las actividades del día. No es que crea mucho en eso de los abrazos por teléfono ni tampoco en esos que llaman virtuales pero no tenía una mejor alternativa. Cuando fue necesario y pudo haber tenido un efecto real y significativo no pude dárselo, me quedé congelado, sentado a su lado sin saber qué decir ni hacer.
Ella no sabe que al enviarle ese abrazo de despedida, esa fue mi manera de tratar de resarcir el sentimiento de culpa que sentía y no me abandonaba desde la tarde del día anterior, cuando me quedé con los brazos cruzados, inmóvil, sin saber dónde poner los pies o dónde estaba mi cabeza, nada, mientras con sus manos ella trataba en vano de ocultar los sollozos que a borbotones se escapaban de sus ojos y su garganta.
Hay algo en el llanto de una mujer que conmueve y vuelve vulnerable al más osado y valiente de todos los hombres. Yo no soy la excepción y por eso no me quedó más remedio que esperar a que se calmara. Por suerte no le había hecho nada, no me sentía directamente responsable de su estallido repentino pero aún así sentía la necesidad de que debía hacer algo y sin embargo en ese momento no pude.
Me quedé estancado, paralizado por ese desenlace inesperado que siguió a un intercambio de frases aparentemente sin mayor sentido. Fueron unos cuantos minutos los que transcurrieron pero por la tensión reinante sí que parecieron horas.
¿Qué fue lo que me detuvo? Ni yo mismo lo sé. Creo que en el fondo fue ese temor que siempre acecha dentro de nosotros mismos a que la expresión de apoyo y solidaridad pueda no ser apreciada como tal y en cambio sea rechazada o interpretada de manera totalmente inapropiada.. Pero esa es una suposicíon. No lo sé a ciencia cierta y probablemente nunca lo sepa. Parece un esfuerzo en vano, inútil, ese que hacemos por tratar de ponerle palabras a las cosas que ocurren en nuestro interior... Aún así vale la pena tratar de intentarlo cada vez que podamos.
Creo que algo se aclara hurgando en todo ese mar de confusión en el que se convierten los recuerdos cuando tratamos de interpretarlos. De seguro algunas pistas aparecerán y no nos importará mucho el que las mismas sean falsas o no, (con tal de que sean pistas) o bien nos lleven hacia destinos remotos e insospechados . Algo aprenderemos durante el recorrido...
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