Aunque fuera tonto el suponer que el mundo iba a finalizar ese día, no lo es el hacer suposiciones en base a si de repente el mundo se nos acabase a nosotros. De hecho el mundo se termina para cada persona que muere a cada instante por cualquier circunstancia.
Hacer ejercicios de este tipo nos ayuda a establecer prioridades y nos señala el camino hacia donde dirigirnos. ¿Qué es lo que realmente importa en este mundo? ¿Estamos preparados para lo que puede ocurrir en cualquier momento? ¿Qué cosas tenemos pendientes y quisiéramos resolver antes de partir definitivamente?
Son preguntas obligadas para quiénes no le gusten las sorpresas y debemos hacérnoslas a la menor brevedad posible. Y si está a nuestro alcance, debemos también tratar de darles una respuesta satisfactoria lo más rápido que se pueda.
Es un tema que exploramos con mucha frecuencia una amiga y yo. Antes de mudarme a New York, creí haber resuelto todos los problemas de este tipo y supuestamente estaba preparado para todo, hasta para lo peor.
En los últimos tiempos no estoy tan seguro. Uno se encariña con ciertas cosas, con el cuerpo, con la vida y sobretodo se convierte en una víctima de los afectos que por doquier se manifiestan en una u otra dirección.
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