Friday, July 5, 2013

El señor consejero

Me gustaba y todavía me gusta leer las columnas de los periódicos dónde los lectores escriben misivas haciendo preguntas o buscando opiniones en relación con algún tema espinoso, ya sea de naturaleza personal o de otra índole y un "experto" contesta tratando de ayudar a resolver el o los conflictos implícitos en esas cartas.

Una razón que se me ocurre para ese gusto por esas columnas se debe a que de manera informal siempre he ejercido ese papel de "consejero" (sin sueldo). Antes mucho más que ahora. Una vez se sabía que había estudiado psicología la gente se me acercaba a contarme toda clase de problemas: personales, emocionales, sentimentales, de todo tipo. Y creo que era bueno analizando situaciones y dando "consejos". Hasta que con el paso del tiempo me cansé y un día decidí que iba a refrenarme y dejar de decir que había estudiado psicología. Todo ello estaba interfiriendo con mi vida y el normal desenvolvimiento de las cosas que quería hacer.

No es ni era mi intención atraer a las personas por mis habilidades analíticas conductuales y/o las posibles soluciones que pudiera proporcionar... Algo queda todavia de esos tiempos pero ya de manera muy limitada.

Volviendo al tema, antes, uno podía leer de manera regular las susodichas columnas en los periódicos de papel. Me imagino que todavía se puede, pero en mi caso, paso semanas sin agarrar uno de esos. Hoy en día existen las versiones digitales que sustituyen y a veces superan muy bien a aquellos por la rapidez y ubicuidad de la información digital.

Actualmente, cada vez que puedo, leo en línea "Dear Prudence" de Slate.com. Me encanta la manera como Emily Joffe dilucida y ataca con un maravilloso e ingenioso estilo las situaciones que le presentan sus lectores sobretodo aquellas que involucran cuestiones morales muy conflictivas donde las cosas se entremezclan mucho y no hay  límites o estos son muy borrosos y difíciles de manejar.

Recientemente he descubierto que un periódico digital que me encanta por sus posiciones políticas y preocupación por cuestiones sociales, Salon.com, también tiene una columna al respecto. Quién la escribe, alquien llamado Cary Tennis, no me gusta tanto como Emily, pero el otro día me impresionó la contesta que le dio a una interrogante de una lectora y de ella quiero hablar.

"¿Es mi prometido el hombre perfecto)?", rezaba el título que llamó mi atención y más adelante en el cuerpo de la carta, convertida en artículo para la columna, esta persona enumeraba todas las razones, todas las cosas buenas y 'malas' que la hacían dudar de si ella estaba con el hombre correcto para vivir el resto de su vida.

Quiero compartir, la vida no es nada si no se comparte y por eso voy a traducir dos fragmentos de la extensa respuesta con las que Cary respondió al cuestionamiento de la lectora y que a mí me parecieron geniales no sólo en el contexto original de la carta sino en cualquier otro contexto.

"There are countless lives we could live in addition to the life we do live. That is our condition and our fate. The unlived life is there in the next car on the freeway nodding to us; it is up there in that jet taking off for Provence; it is in the bar onstage we pass by on our way home; the unlived life, the life we might have lived, is all around us, and one of our tasks as vibrant, growing, fearless people is to see that the life we have is the life we chose, and to honor the fact that we chose it and not that other life. We have to remember we chose it for good reasons, not all of which are on the surface. Some of the reasons we choose things are secret. They have to do with what we need, not what we want".

Hay un sinnúmero de vidas que podríamos vivir además de la vida que vivimos. Esa es nuestra condición y nuestro destino. La vida no-vivida está ahí en el próximo automóvil de la autopista haciéndonos señas; está allá en ese avión que está despegando para Provence (sur de Francia); está en la tarima del bar por el que pasamos cuando vamos camino a casa; la vida no-vivida, la vida que podríamos haber vivido está alrededor de nosotros y una de nuestras tareas como gente vibrante, en crecimiento y sin miedo, es ver que la vida que tenemos es la vida que hemos escogido y honrar el hecho que la hemos escogido y no otra clase de vida. Tenemos que recordar que la escogimos por buenas razones, y no todas ellas salen a la superficie. Algunas de las razones por las que escogemos cosas son secretas. Tienen que ver con lo que necesitamos, no con lo que queremos.

Y el segundo fragmento que no tiene desperdicio:

"No one partner can give us everything. It’s complicated who we pick and why. We’re drawn to people, and it’s not always the conscious, world-beating “us” that is drawn and does the choosing; sometimes it’s the silent part of us that picks, and sometimes people don’t get why we’re with the person we’re with; they don’t get it because they don’t know that side of us. We see things in people that we love that other people don’t see. That’s the beauty of it. People who love us, likewise, see things in us that others don’t see. Sometimes we don’t even know what it is in us that others love. That’s the mystery of it, no? That part of us, that other part, may seem dormant until it sees what it needs and then it exerts a shocking strength when its few but fervent needs arise".

Ninguna pareja puede darnos todo. Es complicado a quién escogemos y el porqué. Somos atraidos hacia la gente y no siempre es la conciencia, nuestra parte superior que decide y hace la elección; a veces es nuestra parte silente que selecciona y a veces la gente no entiende porqué estamos con la persona con la que estamos; no lo entienden porque no conocen ese lado de nosotros. Vemos cosas en la gente que nos gustan que otra gente no ve. Esa es la belleza de todo ello. De la misma manera, la gente que nos ama ve cosas en nosotros que otras no ven. A veces ni nosotros mismos sabemos que es lo que hay en nosotros que le gusta a los demás. Ese es el misterio de todo, ¿no? Esa parte de nosotros, esa otra parte que puede parecer dormida hasta que encuentra lo que necesita y entonces ejerce una fuerza sorprendente cuando sus escasas pero fervientes necesidades aparecen.

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