El Jueves pasado me enteré de la triste noticia que la noche anterior (Miércoles, 18 de Diciembre), un hombre había matado a una mujer en su lugar de trabajo, un salón de belleza o de uñas que para el caso no tiene importancia. Luego se mató el mismo en un estacionamiento dos o tres cuadras más allá de donde ocurrió el primer incidente.
Resulta que por motivos de trabajo me estaciono cerca de allí, a dos esquinas para ser más exacto, en Union City, New Jersey, dónde en el último mes he trabajado de manera consistente casi todos los días y la cercanía del lugar hace que me identifique mucho con la ocurrencia de un acontecimiento tan funesto, inesperado y por demás impredecible.
Los muertos tenían una hija en común y se presume que hubo motivos pasionales envueltos en el origen del crimen y posterior suicidio.
Sucesos como ese ocurren a diario, en algunas partes más que en otras y con mucho mayor frecuencia de lo que deberían ocurrir si las personas pensaran un poquito más.
Particularmente yo, aunque pueda entender y trate de buscar explicaciones que me satisfagan, el poder encontrarlas no impide la rabia que se siente cuando una de estas desgracias ocurre.
Me lleno de asombro por los desenlaces trágicos que provoca la estupidez humana, el no entender las cosas, el que haya personas que quieran forzar el destino en determinadas direcciones, a como dé lugar y cuando las condiciones ya no existen, las circunstancias han cambiado y se han debilitado o agotado las posibilidades de un arreglo armonioso entre las partes.
Cuando una persona no quiere pues no quiere y ya. No podemos forzar a nadie a que nos quiera. No es un asunto racional. No valen las razones. Los sentimientos vienen y se van, aparecen y desaparecen y hasta pueden reaparecer pero no obedecen órdenes ni mandatos ni nada por el estilo. No se imponen. Es algo que debe nacer espontáneamente en uno y de la misma forma debe ocurrir en terceros.
Además qué mérito puede tener el que alguien se quede con nosotros por miedo, por temor o en su defecto por pena o por lástima. Es algo que me cuesta entender y no quiere decir que no tenga sentimientos. Todo lo contrario. Los tengo y en gran cantidad. Pero también tengo orgullo y valor y dignidad. Una cosa cancela a la otra.
Los sentimientos no tienen porqué nublar la razón... Como dice el poeta "todo pasa y todo queda / pero lo nuestro es pasar / pasar haciendo caminos / caminos sobre la mar". ¿Porqué hay gente que se le hace tan difícil seguir su propio camino? ¿O crear otros? ¿Porqué tenemos que interrumpirle el camino y el andar a otros o interrumpírnoslo a nosotros mismos?
A mí que me lleve el mar, que me traguen las olas... pero trataré de seguir haciendo mi propio camino, andando. Y si los demás así lo quieren dejaré que anden y hagan su propio camino..., pues ¿quién podría estar a gusto con alguien que no se siente a gusto estando con uno? ¿Quién podría estar a gusto con alguien que se queda sólo porque siente una obligación?
Cada vez estoy más convencido de que la falta de comprensión y entendimiento de nosotros mismos es una de las causas por las cuales no entendemos a los otros ni a sus sentimientos. Si no controlamos lo que sentimos qué nos hace pensar que los demás sí pueden y peor, que podrían hacerlo de tal manera que nos favorezca... Es como digo, una estupidez, un sin sentido y me cuesta mucho entenderlo.
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