Se acerca la fecha de hacer un nuevo viaje y mi excitación esta vez no es tan grande como en ocasiones anteriores. Y a mí me parece una buena cosa esto que me está pasando.
Bueno, debo admitir que días antes de iniciar cada viaje mi nivel de entusiasmo no es muy grande. Me activo el día anterior y me sobrecoge la emoción de último minuto cuando comienzo a arreglar el equipaje a la carrera.
Esta vez, sin embargo, la situación es diferente. Luego de regresar de unos cuantos viajes y no bien he comenzado el proceso de disfrutar las experiencias vividas, otra nueva experiencia está ya a la vuelta de la esquina antes de que pueda asentarse todo lo vivido y experimentado en los que he acabado de realizar.
Me propuse hacer un viaje cada mes en los primeros meses del año y el próximo, que viene a ser el cuarto, está ya a la vuelta de la esquina, a comienzos de Abril. El siguiente tampoco se hace esperar y es hacia Paris, Francia, en el mes de Mayo.
A mí me parece una buena cosa el que yo ahora piense que necesite dejar más tiempo de por medio entre viajes porque parece que he alcanzado un grado más de madurez como persona interesada en conocer y disfrutar del encanto y la diversidad del mundo. Todavía es mucho lo que falta por aprender y explorar pero hay que darle tiempo a la mente y al cuerpo para que pueda digerir y acostumbrarse a toda la nueva información que le llega.
La comparación que puedo hacer es como el proceso digestivo. Hay que esperar digerir la comida que acabamos de ingerir antes de pensar en echarle más comida al estómago. Hay que dar tiempo al hambre que se establezca para luego pensar en qué vamos a comer.
Creo que tenía mucha hambre por conocer otros países, sus culturas y sus enigmas. Los últimos tres años he hecho mucho para satisfacer y saciar esa hambre de manera tanto literal como metafórica. Pero al paso que voy, si no aminoro, el exceso de "comida" me va a causar una indigestión.
No es que teóricamente sea una mala idea vivir en un estado latente de euforia provocado por estar descubriendo cosas nuevas e interesantes todo el tiempo. El problema es mantenerlo.
Aparentemente tanto el cuerpo y la mente necesitan cierto descanso de vez en cuando. Y cuándo ellos lo piden es mejor hacerle caso y dárselo.
Bueno, debo admitir que días antes de iniciar cada viaje mi nivel de entusiasmo no es muy grande. Me activo el día anterior y me sobrecoge la emoción de último minuto cuando comienzo a arreglar el equipaje a la carrera.
Esta vez, sin embargo, la situación es diferente. Luego de regresar de unos cuantos viajes y no bien he comenzado el proceso de disfrutar las experiencias vividas, otra nueva experiencia está ya a la vuelta de la esquina antes de que pueda asentarse todo lo vivido y experimentado en los que he acabado de realizar.
Me propuse hacer un viaje cada mes en los primeros meses del año y el próximo, que viene a ser el cuarto, está ya a la vuelta de la esquina, a comienzos de Abril. El siguiente tampoco se hace esperar y es hacia Paris, Francia, en el mes de Mayo.
La comparación que puedo hacer es como el proceso digestivo. Hay que esperar digerir la comida que acabamos de ingerir antes de pensar en echarle más comida al estómago. Hay que dar tiempo al hambre que se establezca para luego pensar en qué vamos a comer.
Creo que tenía mucha hambre por conocer otros países, sus culturas y sus enigmas. Los últimos tres años he hecho mucho para satisfacer y saciar esa hambre de manera tanto literal como metafórica. Pero al paso que voy, si no aminoro, el exceso de "comida" me va a causar una indigestión.
No es que teóricamente sea una mala idea vivir en un estado latente de euforia provocado por estar descubriendo cosas nuevas e interesantes todo el tiempo. El problema es mantenerlo.
Aparentemente tanto el cuerpo y la mente necesitan cierto descanso de vez en cuando. Y cuándo ellos lo piden es mejor hacerle caso y dárselo.
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