Saturday, November 30, 2019

¿Somos víctimas de nuestro propio éxito?

Es paradójico el título de esta entrega pero así es la realidad, paradójica y también contradictoria. La idea me intriga y lo he expresado otras veces por aquí. Luchamos por alcanzar objetivos y lograr metas, no obstante es mucho más fácil mantener la cordura y la ecuanimidad antes de la consecución de una meta que después de alcanzarla y sobrepasarla. Parecería que luego de cumplir los objetivos propuestos nos deberíamos mantener por siempre en un estado de éxito total. Pero en cambio lo que parece ocurrir es que nos adentramos en un territorio desconocido lleno de confusión y desconcierto y la falta inmediata de nuevos retos que reemplacen los anteriores provocarían en nosotros un mar de caos y conductas erráticas. Por eso el encabezado, porque aunque suene raro, muy a menudo podemos ser víctimas de nuestro propio éxito.
La idea no es tan loca como parece. Tiene mucho sentido cuando se la analiza de cerca. El ser humano tiende a reaccionar a los desafíos que le presenta la existencia dando respuestas o creando estrategias encaminadas a enfrentar o solucionar los problemas y las dificultades que encuentra a su paso. Consciente o inconscientemente estas estrategias nos permiten sobrevivir. Mientras más claro podemos ver las fuerzas que nos subyugan más fácil es crear un plan de acción que nos libere de nuestras ataduras.
Si tenemos éxito en nuestra empresa de liberación, y aquí vienen las interrogantes: ¿qué nos queda?, ¿Hacia dónde vamos, desde ese momento en adelante? ¿A dónde nos dirigimos una vez dejada atrás la razón de nuestra lucha? El haber cumplido con nuestras metas y objetivos y no encontrar un reemplazo de manera rápida nos puede dejar un poco insatisfechos y vacíos. Son esas ausencias y vacíos que al intentar llenarlos de una forma o de la otra, los que provocan nuestras caídas.
Si no tenemos claro porqué hacemos lo que hacemos día a día, perdemos la perspectiva de las cosas. Nuestros esfuerzos y nuestras luchas carecen de sentido y no hay incentivos suficientes para mantenernos entretenidos en lo que hacemos.
Quizás por eso es que nos movemos en ciclos. O en forma zigzagueante. Y experimentamos altibajos. Subimos y bajamos; caemos y nos levantamos como si todo fuera parte de un entramado donde la vida nos coloca en distintos lugares y diferentes posiciones y es un proceso continuo de adaptación y re-adaptación dónde nada es definitivo, así como en las estaciones del año cuando de repente te das cuenta que ha terminado una y ya estás bien entrado en la siguiente.

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