Tuesday, February 28, 2023

Al igual que un carro!

Le contaba a un amigo el otro día la proeza mía de ir a Washington, D.C., la capital, manejando mi propio carro, lo cual no es una gran cosa para gente acostumbrada a viajar grandes distancias pero lo es para mí porque no soy una de esas personas. El viaje son aproximadamente unas 4 horas y pico y te enfrenta con la logística que hay que hacer para que todo salga bien. 

¡Veamos! A primera vista uno se imagina que lo más importante son las condiciones del vehículo y obviamente este tiene que estar en buenas condiciones. Detalles como las gomas, el aceite, el motor, etc., le pasan a uno por la mente pero en realidad uno sabe de antemano cuál es la situación de este porque uno anda en él todos los días y si se está atento, este le da señales de cuando algo no está bien o anda mal.

Dejando de lado el aspecto del vehículo, que no deja de ser crucial, hay un elemento que quizás mucha gente no le presta la atención suficiente, y tiene que ver con el piloto. Para mí eso es primordial porque el conductor tiene también que estar en muy buenas condiciones físicas para hacer un viaje largo que demanda mucha concentración y estamina.

Tengo por experiencia que los viajes largos se vuelven muy monótonos después de unas cuantas horas y ahí viene parte del peligro. Uno corre el riesgo de dormirse manejando. Un microsueño a 80 millas por hora puede terminar en un accidente grave. Es muy importante, por eso, el dormir lo suficiente la noche anterior y evitar lo más posible el consumo de bebidas que pudieran afectar el mantenerse despierto el siguiente día.

En ese orden y para los fines de mantenerme bien alerta, me fui armado con suficiente café en dos termos. Además de eso me compré dos Red Bulls que yo tengo a mano en caso de que a mitad de camino me comience a dar sueño. Los uso siempre que siento algo de pesadez en los ojos. No tuve necesidad de hacerlo en el viaje de ida pero sí lo usé en el viaje de vuelta después de más de dos horas de camino.

Volviendo con el amigo, la conversación sobre el viaje giró en torno al mayor conocimiento que tenemos de los vehículos en los que nos movilizamos y lo poco que sabemos del otro vehículo que nos lleva a todas partes: el propio cuerpo. Y ciertamente la ironía de esta realidad nos resulta bastante chocante: ¿cómo es posible que sepamos más de los carros y sus problemas y no sepamos lo suficiente de nosotros mismos, de nuestras capacidades y de nuestros límites? 

Es muy intrigante la cuestión y creo que hice énfasis en que debemos prestar tanta atención a las señales que nos mandan nuestros organismos, de la misma manera cómo le prestamos atención a las máquinas que nos ayudan a ir de un lado a otro. Vivimos en nuestros cuerpos. Lo menos que podemos hacer es preocuparnos por darle lo mejor que podemos, la mejor comida, el mejor trato, ejercitarlo más y así por el estilo con el propósito de mejorar y prolongar la calidad y el disfrute de la vida, igual como si fuera un carro.

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