Nunca antes como ahora había visto de manera tan clara la íntima relación existente entre la creación artística y el desarrollo individual, personal y/o colectivo. Creo estar convencido de que el éxito es en cierto modo una función de nuestra capacidad creadora, de nuestra habilidad para trascender las normas e ir más allá de los límites que nos han impuesto o nos hemos creado nosotros mismos.
Desafiar las reglas, romper con las costumbres, inventar ideas y nuevas formas de ver el mundo, oír y gustar de cosas novedosas son todos aspectos intrínsecos del proceso creativo que generalmente asociamos casi de manera exclusiva con "las artes". Sin embargo estas características no se circunscriben sólo a ellas y van mucho más lejos; son partes integrales en la ejecución de cualquier empresa que conlleve cierta importancia y envergadura.
Si, por extensión, y a manera de simplificación, denominamos "arte" al objetivo final de todo proceso creativo nos resultará fácil observar que el arte y en consecuencia el artista, pueden estar en todas partes, no únicamente en una obra de teatro, danza, escultura, pintura o pieza musical. De hecho forma parte esencial de toda creación intelectual.
El cine, la literatura, la arquitectura son parte también de este selecto grupo pero también hay arte en el diseño de cualquier teoría científica, en la ejecución de un trabajo manual, en la cocina creando nuevos recetas. Tanto el herrero, el repostero y alfarero como la moda, el barista que crea nuevos cócteles, o el DJ que mezcla música, etc., comparten por igual los mismos elementos presentes en el acto creativo.
Crear e innovar parecen ser cualidades innatas en el Homo Sapiens. Mas, no se desarrollan por igual en todos los humanos. Aparentemente también, estas características, que están ligadas estrechamente con el arte, la invención y experimentación de cosas nuevas, pueden ser promovidas, estimuladas o en su defecto, ser desincentivadas y hasta reprimidas durante el largo proceso de crecimiento y socialización de los seres humanos.
No obstante, el saboteo que puede sufrir nuestra capacidad creativa y artística fruto de las fuerzas que se ejercen en su contra, la misma puede reaparecer como por arte de magia en tiempos de grandes tribulaciones y dificultades. Pero también puede recuperarse y reaprenderse si se dan las condiciones necesarias y/o se hace el esfuerzo consciente para sacarlas a la luz.
Una vez nos damos cuenta de la importancia que ejercen estos factores y la relación que tienen en proporcionarnos las herramientas necesarias para conseguir las cosas que queremos, entonces quedan bien claras las barreras que debemos eliminar y las fuerzas que tenemos que contrarrestar para desarrollar al máximo estas capacidades.
No hay que hacer nada trascendental. Sólo hay que conectar con nuestra curiosidad reprimida, darle rienda suelta a la imaginación y a las posibilidades y dejarse llevar por ellas sin importar hacia donde nos lleven. Vamos a descubrir entonces lo que nos ha sujetado hasta ese momento, las cosas que nos habían impedido movernos en diferentes direcciones y los obstáculos que hay que vencer en el camino.
Tener una visión artística del mundo ayuda a resolver problemas pues ello nos impulsa a crear distintas soluciones, diferentes alternativas, nos estimula a ensayar sin descanso sin el temor a fracasar. La cuestión que me queda por averiguar es si el incentivo de las artes logra de por sí conectar los lazos que nos unen con el mundo real o por el contrario el cultivo de ellas se convierte en un subterfugio para escapar de sus precariedades y dolencias.
Si este fuera el caso de que los mundos en los que viven los artistas y entes creadores fuera diferente del de las demás personas, es hora ya entonces de tender un puente que una estos mundos paralelos en los que nos desenvolvemos. Cuánto más pronto nos decidamos a cruzar este puente más pronto veremos los beneficios que nos aporta incorporar el arte y la creatividad en la resolución de problemas y la satisfacción de nuestras vidas.
Mural de Diego Rivera en Ciudad de México
Desafiar las reglas, romper con las costumbres, inventar ideas y nuevas formas de ver el mundo, oír y gustar de cosas novedosas son todos aspectos intrínsecos del proceso creativo que generalmente asociamos casi de manera exclusiva con "las artes". Sin embargo estas características no se circunscriben sólo a ellas y van mucho más lejos; son partes integrales en la ejecución de cualquier empresa que conlleve cierta importancia y envergadura.
Si, por extensión, y a manera de simplificación, denominamos "arte" al objetivo final de todo proceso creativo nos resultará fácil observar que el arte y en consecuencia el artista, pueden estar en todas partes, no únicamente en una obra de teatro, danza, escultura, pintura o pieza musical. De hecho forma parte esencial de toda creación intelectual.
El cine, la literatura, la arquitectura son parte también de este selecto grupo pero también hay arte en el diseño de cualquier teoría científica, en la ejecución de un trabajo manual, en la cocina creando nuevos recetas. Tanto el herrero, el repostero y alfarero como la moda, el barista que crea nuevos cócteles, o el DJ que mezcla música, etc., comparten por igual los mismos elementos presentes en el acto creativo.
Crear e innovar parecen ser cualidades innatas en el Homo Sapiens. Mas, no se desarrollan por igual en todos los humanos. Aparentemente también, estas características, que están ligadas estrechamente con el arte, la invención y experimentación de cosas nuevas, pueden ser promovidas, estimuladas o en su defecto, ser desincentivadas y hasta reprimidas durante el largo proceso de crecimiento y socialización de los seres humanos.
No obstante, el saboteo que puede sufrir nuestra capacidad creativa y artística fruto de las fuerzas que se ejercen en su contra, la misma puede reaparecer como por arte de magia en tiempos de grandes tribulaciones y dificultades. Pero también puede recuperarse y reaprenderse si se dan las condiciones necesarias y/o se hace el esfuerzo consciente para sacarlas a la luz.
Una vez nos damos cuenta de la importancia que ejercen estos factores y la relación que tienen en proporcionarnos las herramientas necesarias para conseguir las cosas que queremos, entonces quedan bien claras las barreras que debemos eliminar y las fuerzas que tenemos que contrarrestar para desarrollar al máximo estas capacidades.
No hay que hacer nada trascendental. Sólo hay que conectar con nuestra curiosidad reprimida, darle rienda suelta a la imaginación y a las posibilidades y dejarse llevar por ellas sin importar hacia donde nos lleven. Vamos a descubrir entonces lo que nos ha sujetado hasta ese momento, las cosas que nos habían impedido movernos en diferentes direcciones y los obstáculos que hay que vencer en el camino.
Tener una visión artística del mundo ayuda a resolver problemas pues ello nos impulsa a crear distintas soluciones, diferentes alternativas, nos estimula a ensayar sin descanso sin el temor a fracasar. La cuestión que me queda por averiguar es si el incentivo de las artes logra de por sí conectar los lazos que nos unen con el mundo real o por el contrario el cultivo de ellas se convierte en un subterfugio para escapar de sus precariedades y dolencias.
Si este fuera el caso de que los mundos en los que viven los artistas y entes creadores fuera diferente del de las demás personas, es hora ya entonces de tender un puente que una estos mundos paralelos en los que nos desenvolvemos. Cuánto más pronto nos decidamos a cruzar este puente más pronto veremos los beneficios que nos aporta incorporar el arte y la creatividad en la resolución de problemas y la satisfacción de nuestras vidas.
Mural de Diego Rivera en Ciudad de México
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