En períodos de adversidad hay gente que se crece y saca lo mejor de sí misma si las circunstancias así lo permiten. En otras situaciones ello no es posible a pesar de todo el esfuerzo que se haga pero eso no le quita mérito al empeño desmesurado que ponemos en enfrentar los malos momentos. Se dice que la manera como uno reacciona a los problemas en la vida define nuestro carácter.
Ahora bien, ¿Qué pasa si la vida no nos brinda los sinsabores, retos o "las oportunidades" que permitan probarnos y sacar lo mejor de nosotros mismos?
Se entiende que si estamos en el bosque o la selva y un león nos va persiguiendo trataremos de correr lo más rápido posible hasta superar límites que nos sorprenderían bastante porque hasta llegado ese momento nos eran desconocidos e insospechados. O si estoy dentro del mar y veo un tiburón acercándose trataré de llegar a la orilla a una velocidad que no sabía mis brazos y piernas me permitirían.
Situaciones como las anteriores nos abren las puertas para conocer destrezas y habilidades que no sabíamos existían en nosotros.
Lamentablemente, muy pocas veces la vida moderna nos presenta situaciones extremas de los tipos anteriores que ayuden a determinar de lo que somos capaces.
He estado pensando mucho en esto porque la mayor parte del verano me la he pasado en una máquina de correr en casa con el propósito de perder las casi 20 libras que gané los primeros cinco meses del año cuando anduve de país en país sin muchos frenos dejándome seducir y satisfaciendo los placeres de la boca, el gusto y el paladar que encontré al paso de mi recorrido (o yo los busqué cuando no me los encontraba de manera fortuita).
A mediados de Junio y sin tener detrás un tigre o un tiburón que me quisiera comer, se me hacía casi imposible pensar que yo podía ser capaz de recorrer dos millas y mucho menos las 8 que es la cantidad máxima a la que he llegado los últimos días.
No obstante sí lo logré y por hacerlo me llevo la recompensa adicional de recuperar el peso que tenía en Enero antes de comenzar el desenfreno de este año de los viajes por el mundo.
El truco para lograr esto fue el empujarme día a día con un minuto más o dos, o terminar con números redondos y hacer un cuarto de milla o media milla más o hacer más de una sesión con intervalos de descanso cada vez más reducidos.
A la conclusión a la que he llegado y es extrapolable a todos los demás aspectos de la vida, es que no conocemos muy bien nuestros límites ni las cosas que somos capaces de hacer porque no nos hemos encontrado con las situaciones desfavorables que nos hayan puesto a prueba. Por igual los límites no son fijos sino cambiantes y movibles dependiendo del esfuerzo que pongamos en sobrepasarlos.
Es paradójico que todos queremos llevar una vida llena de placeres y sin contratiempos pero al mismo tiempo ese mismo tipo de vida nos empobrece en muchos otros aspectos de nuestro desarrollo físico y mental. Como si no fuera poco, la vida fácil, sin vicisitudes, sin dificultades, a la larga nos impide conocer y disfrutar de la grandeza de nuestro potencial y la moraleja que yo saco de todo esto es que a falta de problemas debemos entonces crearlos nosotros mismos para poder descubrir y explotar el gran potencial que todos llevamos dentro.
Ahora bien, ¿Qué pasa si la vida no nos brinda los sinsabores, retos o "las oportunidades" que permitan probarnos y sacar lo mejor de nosotros mismos?
Se entiende que si estamos en el bosque o la selva y un león nos va persiguiendo trataremos de correr lo más rápido posible hasta superar límites que nos sorprenderían bastante porque hasta llegado ese momento nos eran desconocidos e insospechados. O si estoy dentro del mar y veo un tiburón acercándose trataré de llegar a la orilla a una velocidad que no sabía mis brazos y piernas me permitirían.
Situaciones como las anteriores nos abren las puertas para conocer destrezas y habilidades que no sabíamos existían en nosotros.
Lamentablemente, muy pocas veces la vida moderna nos presenta situaciones extremas de los tipos anteriores que ayuden a determinar de lo que somos capaces.
He estado pensando mucho en esto porque la mayor parte del verano me la he pasado en una máquina de correr en casa con el propósito de perder las casi 20 libras que gané los primeros cinco meses del año cuando anduve de país en país sin muchos frenos dejándome seducir y satisfaciendo los placeres de la boca, el gusto y el paladar que encontré al paso de mi recorrido (o yo los busqué cuando no me los encontraba de manera fortuita).
A mediados de Junio y sin tener detrás un tigre o un tiburón que me quisiera comer, se me hacía casi imposible pensar que yo podía ser capaz de recorrer dos millas y mucho menos las 8 que es la cantidad máxima a la que he llegado los últimos días.
No obstante sí lo logré y por hacerlo me llevo la recompensa adicional de recuperar el peso que tenía en Enero antes de comenzar el desenfreno de este año de los viajes por el mundo.
El truco para lograr esto fue el empujarme día a día con un minuto más o dos, o terminar con números redondos y hacer un cuarto de milla o media milla más o hacer más de una sesión con intervalos de descanso cada vez más reducidos.
A la conclusión a la que he llegado y es extrapolable a todos los demás aspectos de la vida, es que no conocemos muy bien nuestros límites ni las cosas que somos capaces de hacer porque no nos hemos encontrado con las situaciones desfavorables que nos hayan puesto a prueba. Por igual los límites no son fijos sino cambiantes y movibles dependiendo del esfuerzo que pongamos en sobrepasarlos.
Es paradójico que todos queremos llevar una vida llena de placeres y sin contratiempos pero al mismo tiempo ese mismo tipo de vida nos empobrece en muchos otros aspectos de nuestro desarrollo físico y mental. Como si no fuera poco, la vida fácil, sin vicisitudes, sin dificultades, a la larga nos impide conocer y disfrutar de la grandeza de nuestro potencial y la moraleja que yo saco de todo esto es que a falta de problemas debemos entonces crearlos nosotros mismos para poder descubrir y explotar el gran potencial que todos llevamos dentro.
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