Y ya que entramos en el tema porqué no seguirlo, lo de la obediencia y la sumisión, cosas que a simple vista parecen buenas en medio de la prisa que vivimos hoy en día pero que a la larga no sirven para protegernos adecuadamente contra los abusos de que podemos ser víctimas si no somos lo suficientemente críticos de lo que pasa y nos aturde a cada momento en este mundo de "infortunios (me gusta el tono trágico que tiene esta palabra).
A pesar de lo cómodo que pueda ser para otros, el ser pasivos y estar de acuerdo todo el tiempo con terceros no es una cosa muy buena, es un estado indeseable y no recomendable para la libertad de expresión del ser y de las ideas.
Poder decir, decidir y actuar de acuerdo a lo que pensamos debe ser un derecho no sólo de nosotros, sino también de nuestros interlocutores y debe ser algo digno de celebrarse (recomendarse) el que los demás aprendan a defender sus posiciones. Es más, me produce mucha emoción, alegría y satisfacción el ver cuando las personas utilizando razones y argumentos válidos aprenden a no dejarse avasallar y aplastar y son capaces, sin perder el respeto, de presentar sus puntos de vista sin el temor de sentirse coartados, reprendidos o castigados.
Y es algo muy conocido por los dirigentes en los ámbitos deportivos. Al tratar de moldear la conducta de sus jugadores nóveles ellos tienen mucho cuidado en no quitarles toda esa agresividad con la que llegan, todo ese empuje que le provee la juventud, su corta vida, pues ella también es necesaria, casi imprescindible para alcanzar el éxito en su desempeño posterior. La idea es que en el caso de la agresividad, esta no se salga fuera de lugar y se pueda encauzar de manera que resulte en algo beneficioso para todo el conjunto.
Por tiempos y creo que el paralelismo es válido, a mí me ha tocado servir como figura paterna a uno que otro sobrino y sobrina. Cuando se presentan conflictos veo como algo muy saludable cuando se me enfrentan (sin importar que tan grandes o pequeños sean) y contrariamente a desautorizarlos, trato en la medida de lo posible, de animarlos a encontrar fallas en mis argumentos y a convencerme de lo contrario, en los casos de que alguno no se sienta conforme con cierto resultado, o con alguna decisión tomada ... Mi teoría es que porque lo diga yo (u otra persona cualquiera: con autoridad o sin ella) no necesariamente tiene que ser cierto o tener yo la razón. Más aún, si ellos me prueban que sus argumentos tienen mas valor que los míos con cualquier cosa, sin importar lo simple que pueda parecer, estoy siempre dispuesto a cambiar de opinión, a darles la razón y a apoyarlos en la dirección de ellos.
Quitarles la oportunidad y el derecho de defenderse no es mi plan en ninguno de mis intercambios. Accedo gustoso a aceptar la derrota pues al final de cuentas lo importante no es ganar la pelea sino defender la verdad y a quién en grado mayor sea poseedor de ella sin importar al final de qué lado se incline la balanza.
Y ya que nos hemos adentrado un poco al terreno de las relaciones humanas hay que destacar un elemento que según mi apreciación debe ser primordial en las relaciones entre las personas. Toda transacción interpersonal debería descansar sobre la idea de que la gente, sí sí, las personas, eso es lo que es importante, lo verdadero, lo único, lo imprescindible; en cambio, los objetos, las cosas materiales no deberían interponerse o no deberían ser para nada importantes, no debería ser lo que prime o llame la atención en la relación entre ellos.
No obstante y como en todas las cosas, no basta con que una sola persona crea eso; una no es suficiente, como en todo, se necesitan dos para bailar un tango..