Acostumbrado al machismo de República Dominicana me sorprendí mucho cuando supe que
Enerio Rodríguez Arias no manejaba el carro de su casa. Y probablemente no sabe y no creo que haya estado interesado nunca en aprender.
¡Qué el profesor Enerio no conducía vehículos de motor!
Eso sí que era una novedad y más que una sorpresa, algo muy inusual en un país del tercer mundo. Su esposa era quien lo llevaba desde su casa a la universidad y de vuelta lo recogía cuando terminaba sus clases para llevarlo de regreso a ella. Me tocó en varias ocasiones hacer el recorrido de vuelta con ellos pues muchas veces lo ayudaba a administrar exámenes a sus estudiantes. Me dejaban en el Parque Independencia desde dónde era mucho más fácil para mí conseguir transporte de vuelta para mi casa ubicada en la parte alta de Santo Domingo.
La explicación que daba Enerio para no aprender a conducir y creo talvez habérsela oído a él mismo o a alguno de sus seguidores más cercanos en alguna ocasión, era algo parecido como que su mente no podía estar preocupada con detalles tan mundanos como esos que tenían que ver con el manejo y mantenimiento de un vehículo.
Hay que destacar que conocer y compartir con Enerio Rodríguez Arias es una experiencia casi religiosa. El se graduó de Doctor en filosofía en la UASD cuando todavía existía ese título en la academia y lo hizo con los máximos honores. Fue enviado a estudiar psicología a la UNAM (México) e hizo lo mismo allá. Se graduó Summa Cum Laude. Me contaron que hubo gente que lo invitó y trató de convencerlo a venir a Estados Unidos pero parece que de manera particular y los compromisos contraídos con la universidad impidieron que semejante cosa ocurriera. Latin es probablemente su segundo idioma y el Inglés aunque nunca lo he oído hablarlo todos sabemos que lo lee, lo escribe y lo traduce con perfección asombrosas.
En fin, el cerebro de Enerio es excepcional y se desenvuelve en un nivel de abstracción sumamente alto. Puedes hacerle cualquier pregunta de filosofía, lógica o de psicología por poner un ejemplo (en su amplia área de conocimientos el lo sabe casi todo y lo desborda) y su respuesta siempre te deslumbrará pues el puede, con la mente prodigiosa que tiene, poner esa pregunta en su justa perspectiva y generar todas las respuestas atinentes a esa cuestión no sólo a lo largo de la historia sino al estado del conocimiento actual. No kiddind! Con él aprendí a que si quieres convertirte en un experto en un área sólo tienes que seguir las referencias y las referencias de las referencias. O adquirir los libros citados en los libros que lees y así sucesivamente. En poco tiempo vas a saber tanto como la persona de quién tomaste la idea inicial que despertó tu atención.
Ante todo lo dicho anteriormente no sé porqué tuvo que tomarme tanto tiempo el dejar de lado los sentimientos de culpa que me producía y por fin me decidí a agarrar toda la ropa sucia que nunca había tenido la costumbre de llevar a lavar y/o planchar y en vez de hacerlo yo mismo en la lavandería, pues acepté la oferta de dejar que ellos lo hicieran al precio de 89 centavos por cada libra. Un precio verdaderamente barato si lo comparamos con la cantidad de cosas en las que uno gasta por encima de 20 y 30 dólares. Ir al cine, a un bar, una cena, etc.
¡Y qué bueno que lo hice! Aunque siempre existe el riesgo de que se pierda algo, la verdad es que nadie está contando. La economía de tiempo tanto mental como real es grandiosa y la comodidad de ver la ropa doblada como nunca yo podría hacerlo supera con creces los probables inconvenientes que podrían haber al confiarle a terceros cosas que uno tenía por costumbre hacer. Y la mente entonces puede seguir dedicada al nivel de abstracción que se quiera sin distraerse o estar preocupada por las interrupciones propias que conlleva vivir una vida en esta época moderna. Pero con un poco más de suerte podría hasta llegar a parecerse a la de Enerio. ¡Qué más podría uno pedir!
Espero, eso sí, que al liberar la mente de estas y otras obligaciones, esta no se encumbre tanto que entonces tenga problemas para hacerla bajar y así pueda atender a otras necesidades ineludibles también para la convivencia y el buen desenvolvimiento con el resto de los congéneres, con los demás miembros de la misma especie.