El otro día hablaba de la importancia de no desperdiciar nuestro paladar, de aprovechar al máximo nuestro sentido del gusto y de utilizarlo no solamente como una manera de satisfacer y saciar el hambre sino también para realzar la experiencia de la comida.
Me di cuenta de que no se debe comer por comer. Debe haber algo más que nos motive y ese acto no debe ser de ninguna manera rutinario.
Explorar nuevos sabores, ir en la búsqueda de nuevas sensaciones debe ser nuestro motto de todos los días. Dejar de crear nuevas experiencias o desaprovechar la oportunidad que nos ofrece la vida para degustar la comida en sus diferentes formas y variedades es un desperdicio.
De igual manera y llevando esta idea un poco más lejos, resulta también un desperdicio no cuestionar nuestras experiencias cotidianas y dejar de crear o buscar aquellas que nos eleven la calidad de la vida.
¿Porqué malgastar nuestra existencia repitiendo las mismas cosas, conociendo la misma gente que no tiene nada nuevo y bueno que ofrecer?
Tal y como hacemos con la comida, ¿porqué no comenzamos a desechar a toda esa gente que nos da náuseas y empeora nuestra calidad de vida?
Aparentemente, para llegar a este punto hay que estar alerta y presente todo el tiempo. Es la única manera como podemos esquivar y vencer la tiranía que ejerce la rutina sobre nuestras vidas.
A todos parece llegarnos ese gran momento de lucidez en el que descubrimos que tenemos que ir en la búsqueda de esas cosas que nos interesan y hacen nuestra vida más plena y al mismo tiempo debemos dejar atrás sin drama y sin lamentaciones todo aquello que nos limita y hace de nuestra vida una existencia miserable.
Me di cuenta de que no se debe comer por comer. Debe haber algo más que nos motive y ese acto no debe ser de ninguna manera rutinario.
Explorar nuevos sabores, ir en la búsqueda de nuevas sensaciones debe ser nuestro motto de todos los días. Dejar de crear nuevas experiencias o desaprovechar la oportunidad que nos ofrece la vida para degustar la comida en sus diferentes formas y variedades es un desperdicio.
De igual manera y llevando esta idea un poco más lejos, resulta también un desperdicio no cuestionar nuestras experiencias cotidianas y dejar de crear o buscar aquellas que nos eleven la calidad de la vida.
¿Porqué malgastar nuestra existencia repitiendo las mismas cosas, conociendo la misma gente que no tiene nada nuevo y bueno que ofrecer?
Tal y como hacemos con la comida, ¿porqué no comenzamos a desechar a toda esa gente que nos da náuseas y empeora nuestra calidad de vida?
Aparentemente, para llegar a este punto hay que estar alerta y presente todo el tiempo. Es la única manera como podemos esquivar y vencer la tiranía que ejerce la rutina sobre nuestras vidas.
A todos parece llegarnos ese gran momento de lucidez en el que descubrimos que tenemos que ir en la búsqueda de esas cosas que nos interesan y hacen nuestra vida más plena y al mismo tiempo debemos dejar atrás sin drama y sin lamentaciones todo aquello que nos limita y hace de nuestra vida una existencia miserable.