Una idea le da vueltas a mi cabeza desde hace algunos meses. Lo efímero que puede ser el éxito y lo difícil que es mantenerlo.
Lo que me da a pensar que no todos estamos preparados para manejarlo y si lo conseguimos lo mucho que nos puede costar permanecer disfrutándolo.
Al fin y al cabo nos preguntamos: ¿cuál es el propósito que nos mueve a tratar de lograr los objetivos, cualesquiera que estos sean, y una vez alcanzados, ¿qué hacemos? ¿Nos detenemos, nos regodeamos en los laureles y los beneficios que nos proporcionan, nos quedamos ahí o simplemente nos planteamos otros objetivos?
No sé, no me parece lo mismo. No es lo mismo. Si los problemas que hemos tenido son los que nos han impulsado a hacer y lograr cosas, una vez esos problemas han quedado resueltos, la motivación no es la misma. Queda un vacío y es talvez en la búsqueda de llenar ese vacío que podemos meternos de nuevo en problemas y de esa manera es como se inicia el ciclo de nuevo.
Es como un círculo vicioso del que no todo el mundo sale airoso. Hay gente que triunfa una y otra vez, pero hay otra que el azar no les da esa segunda o tercera oportunidad. Creo que hay más personas en esta segunda categoría que en la primera.
Michael Phelps, el exitoso nadador olímpico de USA es un ejemplo del primer caso... José Fernández el exitoso pitcher proveniente de Cuba y de los Marlins de la Florida, ilustra de manera trágica el segundo tipo.
Y en el medio de estos dos casos extremos y bien documentados en la prensa, nos encontramos con los innumerables casos anónimos - y otros que no lo son tanto, de todas aquellas personas que la vida les ha dado una oportunidad y al mismo tiempo se las ha quitado porque no han sabido aprovecharla, porque han sabido cómo llegar a ella pero no así a cómo permanecer ahí, como si hilos invisibles los estuvieran halando y alejándolos de ese lugar al que no han estado acostumbrados y por ende es como si no les perteneciera.
Pienso en todos esos casos de la gente que se gana la lotería y luego de cierto tiempo, no mucho por cierto, vuelven a ser tan pobres como antes. O los de esos jugadores profesionales que terminan endeudados al poco tiempo de terminar sus carreras deportivas.
Quizás ese haya sido el caso que me relató mi hermana de un chofer dominicano aparentemente muy orgulloso de su posición que se había acostumbrado a pasar por su casa en horas de trabajo y cuando fue descubierto fue despedido inmediatamente del mismo.
O me imagino que en esa dirección va la sabiduría popular y el dicho, "cuando las hormigas se quieren perder, alas les han de nacer", que fue el caso de una amiga que en la cúspide de su éxito se creyó que podía volar muy alto con alas propias y le pasó igual que a ícaro, el personaje mitológico griego que al tratar de volar más alto que lo debido, el sol le ablandó la cera con la que estaban pegadas las plumas de sus alas y cayó y sucumbió en el mar.
La Rueda de la Fortuna (La Roue de la Fortune)
Lo que me da a pensar que no todos estamos preparados para manejarlo y si lo conseguimos lo mucho que nos puede costar permanecer disfrutándolo.
Al fin y al cabo nos preguntamos: ¿cuál es el propósito que nos mueve a tratar de lograr los objetivos, cualesquiera que estos sean, y una vez alcanzados, ¿qué hacemos? ¿Nos detenemos, nos regodeamos en los laureles y los beneficios que nos proporcionan, nos quedamos ahí o simplemente nos planteamos otros objetivos?
No sé, no me parece lo mismo. No es lo mismo. Si los problemas que hemos tenido son los que nos han impulsado a hacer y lograr cosas, una vez esos problemas han quedado resueltos, la motivación no es la misma. Queda un vacío y es talvez en la búsqueda de llenar ese vacío que podemos meternos de nuevo en problemas y de esa manera es como se inicia el ciclo de nuevo.
Es como un círculo vicioso del que no todo el mundo sale airoso. Hay gente que triunfa una y otra vez, pero hay otra que el azar no les da esa segunda o tercera oportunidad. Creo que hay más personas en esta segunda categoría que en la primera.
Michael Phelps, el exitoso nadador olímpico de USA es un ejemplo del primer caso... José Fernández el exitoso pitcher proveniente de Cuba y de los Marlins de la Florida, ilustra de manera trágica el segundo tipo.
Y en el medio de estos dos casos extremos y bien documentados en la prensa, nos encontramos con los innumerables casos anónimos - y otros que no lo son tanto, de todas aquellas personas que la vida les ha dado una oportunidad y al mismo tiempo se las ha quitado porque no han sabido aprovecharla, porque han sabido cómo llegar a ella pero no así a cómo permanecer ahí, como si hilos invisibles los estuvieran halando y alejándolos de ese lugar al que no han estado acostumbrados y por ende es como si no les perteneciera.
Pienso en todos esos casos de la gente que se gana la lotería y luego de cierto tiempo, no mucho por cierto, vuelven a ser tan pobres como antes. O los de esos jugadores profesionales que terminan endeudados al poco tiempo de terminar sus carreras deportivas.
Quizás ese haya sido el caso que me relató mi hermana de un chofer dominicano aparentemente muy orgulloso de su posición que se había acostumbrado a pasar por su casa en horas de trabajo y cuando fue descubierto fue despedido inmediatamente del mismo.
O me imagino que en esa dirección va la sabiduría popular y el dicho, "cuando las hormigas se quieren perder, alas les han de nacer", que fue el caso de una amiga que en la cúspide de su éxito se creyó que podía volar muy alto con alas propias y le pasó igual que a ícaro, el personaje mitológico griego que al tratar de volar más alto que lo debido, el sol le ablandó la cera con la que estaban pegadas las plumas de sus alas y cayó y sucumbió en el mar.