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Todo comenzó en el Túnez con lo que ha pasado a llamarse la revuelta árabe de primavera y se destaca el papel clave que ha desempeñado la tecnología y las redes sociales en cuanto a la difusión del sentir general, léase twitter, facebook, etc. Es de notar lo difícil que es contener a las multitudes cuando de repente descubren que todos o una gran mayoría de las personas sienten las mismas cosas, esas que por miedo se han mantenido en hermético secreto, a puertas cerradas o compartidas sólo con unos pocos.
No hubo que esperar mucho para que las manifestaciones y demostraciones ocurridas en el Túnez y que culminaron con la renuncia del gobierno, se esparcieran por otros países árabes gobernados por férreas dictaduras y el resultado ya todos lo conocen: igual que una hilera de dominós que caen uno detrás del otro luego que cede el primero, así han caído esos gobiernos (algunos como en el caso de Libia han contado con ayuda y asistencia externa). Y a esa lista de naciones se siguen sumando otras donde la gente ha perdido el miedo y se une para protestar de manera abierta los regímenes que los han dominado por generaciones.
Pero no sólo los países árabes han conocido o sido protagonistas directos de tales demostraciones. En meses pasados vimos a España con un movimiento bautizado con el nombre de "los indignados". Y ha habido su cuota de indignados en muchos otros países. En República Dominicana se ha aprovechado la nueva plataforma de lucha para impulsar el que se destine a la educación lo que la constitución prevee, un 4 por ciento del producto interno bruto. También en Chile se producen protestas de grupos indígenas que hasta este año no se conocía muy bien los problemas por los que atraviesan en ese país, situaciones que denuncian un estado de cosas opresivo y que antes eran mal difundidas y se le daba poca publicidad.
Y en las últimas semanas le ha tocado a New York con su famoso eslogan de Ocupar Wall Street o por sus siglas OWS, donde miles de personas prácticamente han tomado un parque en el bajo Manhattan y han abierto tiendas de campaña para entre muchas otras cosas denunciar la increíble desproporción en la que se reparten los ingresos entre los súper-ricos que representan el 1% de la población del país y el restante 99 por ciento. Copias de esas protestas no han tardado en propagarse como reguero de pólvora a la que se le prende fuego y ya existen distintas versiones a nivel de todo USA llamando la atención hacia lo que es un estado de cosas muy injusto y que trabaja muy a favor de los muy ricos y en contra de la gran mayoría de la población.
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Sin lugar a dudas que todas esas manifestaciones, tanto las de nivel local como internacional, cuentan con mi más ferviente apoyo. Aún así, una reciente entrada en el blog de Paul Krugman me ha hecho reflexionar sobre la diferencia entre ser un defensor y/o partidario de movimientos como estos o ir un poco más lejos y ser un activista. No es lo mismo ni es igual.
Ese día en la tarde estaba lloviendo y vi un reportaje de la ocupación y me he quedado pensando lo que significa realmente integrarse a un movimiento de esta naturaleza. En otras palabras, lo que significa ser un verdadero activista ¡No es un picnic! No, no.Hay días muy fríos, se está casi a la intemperie, a merced de los elementos y debe ser una tarea muy difícil hacer todas esas cosas que hacemos y damos por sentado en la comodidad de nuestras casas. Me imagino el descansar, dormir, asearse, cepillarse los dientes y otras que los que han comido demasiado o tomado muchos líquidos (cerveza) podrán saber de qué estoy hablando. Ellos no son muy bien recibidos por los dueños de negocios en el área.
Me quito el sombrero (si lo tuviera) y gozan de todo mi respeto todas esas personas que no sólo apoyan una causa justa sino que con su presencia y sus acciones están dispuestas a llegar todo lo lejos que sea necesario en la defensa de eso que creen.