Al igual que un carro!

Le contaba a un amigo el otro día la proeza mía de ir a Washington, D.C., la capital, manejando mi propio carro, lo cual no es una gran cosa para gente acostumbrada a viajar grandes distancias pero lo es para mí porque no soy una de esas personas. El viaje son aproximadamente unas 4 horas y pico y te enfrenta con la logística que hay que hacer para que todo salga bien. 

¡Veamos! A primera vista uno se imagina que lo más importante son las condiciones del vehículo y obviamente este tiene que estar en buenas condiciones. Detalles como las gomas, el aceite, el motor, etc., le pasan a uno por la mente pero en realidad uno sabe de antemano cuál es la situación de este porque uno anda en él todos los días y si se está atento, este le da señales de cuando algo no está bien o anda mal.

Dejando de lado el aspecto del vehículo, que no deja de ser crucial, hay un elemento que quizás mucha gente no le presta la atención suficiente, y tiene que ver con el piloto. Para mí eso es primordial porque el conductor tiene también que estar en muy buenas condiciones físicas para hacer un viaje largo que demanda mucha concentración y estamina.

Tengo por experiencia que los viajes largos se vuelven muy monótonos después de unas cuantas horas y ahí viene parte del peligro. Uno corre el riesgo de dormirse manejando. Un microsueño a 80 millas por hora puede terminar en un accidente grave. Es muy importante, por eso, el dormir lo suficiente la noche anterior y evitar lo más posible el consumo de bebidas que pudieran afectar el mantenerse despierto el siguiente día.

En ese orden y para los fines de mantenerme bien alerta, me fui armado con suficiente café en dos termos. Además de eso me compré dos Red Bulls que yo tengo a mano en caso de que a mitad de camino me comience a dar sueño. Los uso siempre que siento algo de pesadez en los ojos. No tuve necesidad de hacerlo en el viaje de ida pero sí lo usé en el viaje de vuelta después de más de dos horas de camino.

Volviendo con el amigo, la conversación sobre el viaje giró en torno al mayor conocimiento que tenemos de los vehículos en los que nos movilizamos y lo poco que sabemos del otro vehículo que nos lleva a todas partes: el propio cuerpo. Y ciertamente la ironía de esta realidad nos resulta bastante chocante: ¿cómo es posible que sepamos más de los carros y sus problemas y no sepamos lo suficiente de nosotros mismos, de nuestras capacidades y de nuestros límites? 

Es muy intrigante la cuestión y creo que hice énfasis en que debemos prestar tanta atención a las señales que nos mandan nuestros organismos, de la misma manera cómo le prestamos atención a las máquinas que nos ayudan a ir de un lado a otro. Vivimos en nuestros cuerpos. Lo menos que podemos hacer es preocuparnos por darle lo mejor que podemos, la mejor comida, el mejor trato, ejercitarlo más y así por el estilo con el propósito de mejorar y prolongar la calidad y el disfrute de la vida, igual como si fuera un carro.

El café soy yo!

 Carol, una cliente regular en otros tiempos, me dejó un comentario en la entrega anterior que me encantó. Sí, El Café ha estado abierto todo el tiempo. Es una constante que queremos mantener todos estos años independientemente de que la clientela haya desertado y dirigiéndose hacia otros espacios más llamativos. 

A falta de clientes, así como en el reino aquél, El café y su dueño se convierten en la misma cosa: se vuelven uno solo y se corresponden el uno con el otro; es a final de cuentas un lugar de esparcimiento en el que el propietario se encuentra consigo mismo y hace lo que quiere expresando lo que le da la gana, a la manera de un recuento periódico de lo que sucede a su alrededor.

En ese orden podemos iniciar el recuento diciendo que hemos comenzado el año 2023 con un buen pie. Todo se está alineando de manera que ya tenemos una idea de cómo conectar las cosas que queremos con el trabajo que lleva de por medio hacer. Estamos en el proceso de reconocimiento de los puntos fuertes que poseemos con el objetivo de utilizarlos de forma más conciente.

Sin un cuerpo en buenas condiciones físicas no podemos llegar muy lejos. Ya iniciamos el programa de reacondicionamiento físico en la máquina de correr. Ya llevo varios días practicando y aunque necesito de varias sesiones, hoy día puedo hacer 3 millas. La idea es eliminar las sesiones y hacer todas las millas de un tirón. Cuando llegue a 6 o 7 millas sin lapsos entonces ya estaré en buena forma.

El 19 de Enero por fin visité Washington D.C, la Capital del País. Parece mentira que primero visité París, Roma, Madrid y otras capitales antes que la de los Estados Unidos. Fue un viaje de exploración prácticamente, manejando todo el trayecto de ida y vuelta; un intento de romper el hielo. No pude visitar todos los sitios que hubiese querido porque no me preparé mentalmente para un viaje de muchos días. Sin embargo la experiencia sí que valió la pena y por fin pude ver La Casa Blanca, El Capitolio, La estatua de recordación de Martin Luther King, entre otros. Caminé muchísimo y la ciudad me pareción muy amigable y creo que más fácil de manejar que New York.

Estas son algunas de las fotos que tomé. Espero poder poner más de otros viajes en los próximos meses.

Lo que mueve el mundo

 Cuando uno se pone a pensar en las cosas que mueven el mundo casi instintivamente nos llega a la mente la idea de dinero. Con él se pueden comprar muchas cosas tanto materiales como no materiales. Puede ser un factor importante en nuestro bienestar físico y mental. La salud y la educación pueden ser mejor o peor dependiendo de si lo tenemos o no; nuestras experiencias, la vida que llevamos pueden enriquecerse mucho si se posee, o en su defecto, la calidad de vida puede deteriorarse o escasear si se dificulta el acceso al mismo.

Por eso todo el mundo anda detrás de él. Tener dinero es casi equivalente a tener poder y muchos de nosotros somos capaces de hacer casi de todo, bueno y malo, por conseguirlo.

Pero el dinero no lo es todo. Existen también los intangibles, aquellas cosas no materiales que también tienen el poder de movilizarnos y sirven también para encauzarnos en una u otra dirección.

A manera de ilustración, todo el mundo ha oído hablar de la expresión de que la fe mueve montañas, queriendo con ello significar que tener una creencia firme en algo es un factor para lograr un objetivo importante.

Sin restarle importancia a la fe (no religiosa, por supuesto) este post está dirigido a destacar otro tipo de moneda de intercambio, no material, que al igual que la otra sirve para mover el mundo: me refiero a los afectos, las emociones y los sentimientos.

No voy a abundar mucho porque todos lo hemos vivido y experimentado, las cosas que hacemos por cariño y por amor a los demás, al prójimo, a los familiares y los amigos, a las personas que se nos parecen, con las que nos identificamos y por las que nos sentimos atraídos.

Lo que sí es novedoso es llamar a todo esto por otro nombre, el darnos cuenta de que existe lo que se llama un capital emocional y sentimental invertido en las personas que queremos y nos quieren y ese capital se usa de manera significativa en todas nuestras transacciones con nuestros semejantes.

Ver las intercambios afectivos entre las personas a manera de transacciones o intercambios de capital emocional y sentimental permite una observación más objetiva de en dónde pueden haber déficits, sobregiros o por el contrario, superávits en las relaciones de los participantes. De ahí puede determinarse quién tiene poder o no, está en control o no de las transacciones que ocurren entre sí.

Llegan las fiestas de fin de año

 Sabía que tenía algo que hacer y por poco se me olvida, pero me acordé a tiempo. Dice el refrán que nunca es tarde si la dicha es buena. Estoy dichoso porque me recordé, aunque en realidad quisiera tener más suerte jugando la lotto. No puedo negar que es un poco irracional pero me entretiene jugar la lotería. Las probabilidades de perder son altísimas y las de ganar muy remotas, sin embargo, hay una emoción en saber que uno está participando y el valor de esta emoción bien valen los dólares que se invierten, siempre y cuando a uno no se le vaya la mano.

Mañana empezamos el mes de Diciembre y llegan las celebraciones habituales de fin de año y el comienzo del otro y quiéralo uno o no, llega la hora de plantearse algunos cambios que deberían efectuarse en el año venidero. En realidad eso es un estado mental porque entrado el nuevo año a uno se le olvida todo y sigue la rutina de costumbre.

Por lo pronto me provoca retomar los viajes por el mundo y para ello debo mejorar mis finanzas. No sé cómo voy a hacerlo porque 3 años de relativa inactividad me han dejado un poco haragán y en una estado de inercia con pocos deseos de trabajar o emprender cosas, pero algo tendrá que hacerse. El deseo de sentarme al sol en una playa tropical o en un café peatonal de una urbe del planeta tomándome una cerveza bien fria creo que me motiva lo suficiente para poner manos a la obra.

Aunque hay que estar siempre en algo, quizás sea mejor no adelantarse mucho al tiempo y no hacer demasiados planes. Como buenos hedonistas que somos vamos a disfrutar los próximos días lo mejor que podamos y ya veremos lo que la vida nos depara en lo adelante, tratando siempre de reaccionar de la manera menos negativa posible porque tampoco hay que olvidar que sólo se vive una vez.

Porqué votar!

 Acabo de votar. Ojalá todo el mundo haga lo mismo pues no se debe perder la esperanza de que debe haber más gente buena y racional en el mundo, que gente mala, tonta e irracional. Como todos aquí sabemos no basta con que seamos más (me cuento entre los buenos para estos fines), es necesario expresarlo también y la mejor manera de hacerlo es a través de un voto.

El porqué es importante votar es simple de explicar. La democracia está en juego. El derecho a decidir lo que las mujeres pueden hacer con su cuerpo en caso de quedar embarazadas en contra de su voluntad también está en juego. La seguridad social por la que todos los trabajadores aportan para asegurar su vejez y el seguro médico tan importante en caso de discapacidad o después del retiro es otro aspecto de consideración que es importante señalar.

Las opciones no son muchas. Si todo lo dicho anteriormente es importante para la mayoría y no nos dejamos engatusar por otros problemas que aunque son importantes podrían ser transitorios, entonce la opción es sólo una.

Esperemos que la sensatez se imponga.

Volver a la realidad

Voy a necesitar hacer cambios en los próximos días y meses. No me estoy sintiendo cómodo con lo que estoy haciendo que no es mucho realmente. Tal vez por eso. ¿En qué dirección debo hacer esos cambios? No lo sé, pero debo encontrar algo que me satisfaga. La inacción de los últimos 3 años me tiene no sólo fuera de lugar sino también fuera de juego. Literalmente.

Estoy tratando de sacudirme pero todavía no logro armar bien el rompecabezas. Ahora mismo estoy a la defensiva en vez de proactivamente ejecutando un plan de acción. El mundo ha cambiado de muchas maneras, algunas de forma sutil y otras que no lo son tanto. Creo que todos estamos reaccionando a esos cambios y no he logrado descubrir la clave para aprovechar las oportunidades que esos cambios podrían representar.

Quizás ya no quiero hacer lo que he estado haciendo en los últimos años. Ha llegado talvez el momento de hacer otra cosa. Pero qué sería eso, no logro definirlo. Estoy como en una encrucijada o mejor dicho me dirijo a una porque no logro ver las opciones de manera clara, excepto el continuar moviéndome en la misma dirección haciendo cosas que han dejado de darme el placer y la satisfacción que anteriormente me daban.

Puede ocurrir también que como no tengo otras opciones claras en mi camino, el enfocarme de nuevo en lo que he estado haciendo en los últimos años, podría hacer el truco de estabilizarme y lograr que reencuentre el gusto a las actividades que me permitían sobrevivir de manera económica y también existencial.

En eso estoy pues no me queda de otra. En la actualización podría estar la clave de todo pues la verdad es que nos hemos separado un poco de la realidad y es hora ya de volver a reencontrarnos con ella.

Problemas que encontramos cuando queremos aprovechar la vida al máximo

 Está de moda desde hace un buen rato la frase de "aprovechar la vida al máximo". Asímismo que hay que sacar el mayor provecho posible al tiempo que tenemos porque no tenemos otro. Y no debemos olvidar que sólo se vive una vez y más o menos otras variantes de la misma idea expresada de diferentes maneras. 

Es casi como un cliché generalizado y en principio estoy de acuerdo con la idea pero una vez me puse a analizarla en detalle me he dado cuenta de que es impracticable.

La realidad es que no se puede vivir en un estado de excitación intenso y constante por mucho tiempo. Sería un atajo hacia una autodestrucción prematura pues ni el cuerpo ni la mente lo resisten. Y además, cómo se paga todo eso porque todo tiene un costo. ¿Nos hemos detenido seriamente a pensar en eso?

Hay que dormir y descansar, reponer energías gastadas entre otras cosas. Y a menos que uno sea rico de cuna hay que trabajar y producir dinero también porque hay un costo en dinero asociado con gozar la vida. 

Habrá que hacer una nueva evaluación y encontrar el balance adecuado pues algo de lo que no se habla demasiado es que no hacer nada es también una opción y sirve para aprovechar la vida también pero no se puede llevar a extremos porque uno se perdería de las maravillas que la vida tiene por ofrecer.

Opciones

 Una de las cosas que nos distingue como seres humanos es nuestra capacidad de vivir en otros tiempos. Aunque en realidad sólo hay un tiempo, el presente, el cual utilizamos para revivir el pasado, rememorar los buenos momentos; en otros casos imaginar cómo hubieran podido ser las cosas si hubiésemos actuado de manera diferente o hubiéramos tomado otras decisiones y así por el estilo.

Pero no sólo vivimos el pasado en el presente; también vivimos el futuro en tiempo presente cuando tratamos de anticipar el mañana cercano y lejano y hacemos cosas ahora, ya, en el momento actual que nos ayudan a conectar y concretar esa visión de lo que debería ser nuestro futuro presente o presente futuro. Aunque parece, no es un trabalenguas.

En esas estoy yo ahora, anticipando el futuro y mirando a ver cuáles son mis opciones a corto y largo plazo. Soy un hedonista, también un realista: me gusta el placer, evito el dolor pero también tengo una consciencia. No disfruto ver desigualdades, detesto las injusticias y no puedo permanecer en silencio cuando veo las iniquidades de la vida.

Creo que me estoy acercando a un momento crucial de la vida. Es como una encrucijada: ¿qué quiero estar haciendo en 2 años? ¿En 5 años? ¿Cómo puedo maximizar mi experiencia de vida ahora y en el futuro?

Estos últimos 3 años que hemos pasado nos han cambiado la perspectiva de la vida y las cosas que uno quiere hacer y siente placer haciendo. Le hacen replantearse a uno los valores por los que se vive y en consecuencia nos hacen cuestionar lo que hacemos ahora y lo que haremos en el futuro.

No hay nada concreto todavía pero estoy pensando y eso es un buen inicio. Me encanta tener proyectos en mi mente, cosas en qué pensar y sobretodo cosas que hacer. Me encanta inventar el futuro: mi futuro!

Las elecciones de Noviembre: expectativas y esperanza

 Creíamos que íbamos a tener un disfrute y un respiro con la victoria demócrata en las elecciones del 2020 pero no ha sido tanto así. Una serie de situaciones se han presentado y desarrollado paulatinamente las cuales tornan la visión del futuro un tanto incierto, precario y hasta caótico.

Mencionaré algunos de esos elementos que oscurecen el panorama presente y futuro: la guerra en Ukrania invadida por los Rusos que no deja de de ser una amenaza al mundo entero; la inflación que ha aumentado a un nivel no visto desde hace 40 años producto de la disrupción en los canales de distribución y la avaricia de las  corporaciones incluídas sobretodo las compañías petroleras quiénes han aprovechado la situación para aumentar los precios y sus márgenes de ganancias; el estado de restricción de muchos derechos civiles los cuales se ven alterados significativamente con las decisiones que ha tomado recientemente la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, en especial la que tiene que ver con la anulación federal del derecho de las mujeres a terminar un embarazo a voluntad.

Para poner un remedio a todo esto el partido demócrata deberá esforzarse por incrementar su ventaja en el congreso y no perder en las elecciones congresionales de Noviembre del año en curso como han estado vaticinando las encuestas hasta ahora. Como algunas decisiones de la Suprema Corte de Justicia son muy impopulares esto puede ayudar a revertir la inclinación de algunos votantes de castigar a la administración actual por la alta inflación y el daño en la economía resultante. No olvidemos que las mujeres constituyen la mitad o algo más de la población y la restricción de sus derechos pueden pesar bastante en la decisión final que se tome en las urnas.

La situación actual es crítica pero a la vez está llena de expectivas, actividad y esperanza de que a corto plazo el progreso no dejará de continuar.

Mi experiencia con el Covid

 Me dio Covid. O mejor dicho, cogí el virus, porque si no hubiese sido alertado de antemano de que una persona a la que había estado expuesta había dado positivo, pues ni me hubiera enterado. Así es. Desde que me informaron comencé a hacerme las pruebas rápidas y al segundo día dí positivo pero lo único que creo haber sentido fue un poco de frío y para ser justos, ese día estaba un poco brisoso. No me dio fiebre ni ningún otro síntoma que no hubiera podido ser atribuído también a las alergias recurrentes o el dolor en la frente debido a sinusitis que no es raro para mí. 

Ahora bien, el saber que se es portador aunque uno no desarrolle los síntomas cambia un poco las reglas del juego. Para los fines de lugar es como si uno estuviera enfermo. Se usa la máscara para no contagiar a otros y se evita el salir lo más posible para no exponer a otras personas. Además, uno se pone super alerta con los posibles síntomas que uno pudiera desarrollar. 

El virus toma su tiempo para salir del organismo. En mi caso me tomó aproximadamente de 10 a 12 días para que la prueba del antígeno diera negativa. Por fin hoy ya no queda ningún rastro según la prueba que me acabo de hacer. 

Aún así me quedo con la duda o la suspicacia de cómo pudo haberse afectado el cuerpo con el paso del virus y de cuyos efectos no soy consciente o me enteraré en un futuro próximo o lejano. En fin, a veces a uno le gusta torturarse de manera gratuita aunque la especulación no es totalmente irracional.

Mientras tanto, en cuanto a mí, creo que las vacunas hicieron su trabajo. Por ese lado no me puedo quejar. Es difícil y casi imposible imaginar que pudo haber sido si yo no hubiera estado vacunado y reforzado doblemente. Tampoco quiero saberlo. Por lo pronto voy a disfrutar de la renovada libertad que me proporciona el saber que ya no estoy contagiado ni tampoco soy una amenaza de contagio para nadie.

De la dualidad mente y cuerpo, Covid y estadísticas

 Aquí estamos otra vez, como de costumbre, escribiendo sobre lo que se nos ocurre y nos da la gana en este espacio de bienes raíces virtual. 

En esta ocasión quiero seguir abundando sobre la dualidad de la mente y el cuerpo, entendiendo por la mente el Yo que incluye nuestra percepción de nosotros mismos, lo que son nuestros deseos y aspiraciones y el darnos cuenta de cómo muchas veces nuestro cuerpo, nuestro organismo tiene otras directrices de las cuales nosotros no somos para nada conscientes y luego vamos a ser los primeros en sorprendernos cuando las cosas salen diferentes de cómo pensábamos y/o las hubiéramos planeado.

Para muchos de nosotros que no sabíamos, el Covid debió de ser la llamada de alerta para despertarnos de nuestra ignorancia o del desconocimiento de la realidad y la existencia de la dualidad existente con la mente y el cuerpo. No somos una entidad sino dos en una y gran parte de nuestro tiempo no sabemos como se interconectan la una con el otro.

Eso fue lo que tuve que decirle a una amiga con la que hablé ayer y me enteré que sufre de los efectos prolongados del Covid. Ella nunca pensó que el virus la haría sentir como ella se está sintiendo ahora casi un mes después de haberse infectado. Se siente super cansada la mayor parte del tiempo que hasta le habia costado trabajo el levantarse hoy día y le falta la respiración al hacer el menor esfuerzo. Hablando por teléfono pude notarle la respiración entrecortada así como un pequeño jadeo.

La cuestión es que cualquiera puede infectarse aún tomando las mayores precauciones. Sólo basta un pequeño descuido en la presencia de alguien portador del virus para contraerlo. 

El error está en nuestro ciego optimismo. En creer que no le va a pasar nada a uno y el organismo va a reaccionar de la mejor manera posible. La realidad es que no sabemos nada o sabemos muy poco de lo que ocurre dentro de nuestro cuerpo. Somos sistemas muy complejos a manera de una caja negra (un aparato de radio y TV) dónde lo que ocurre en el interior nos está vedado en su mayoría.

Esto no sólo ocurre con el Covid. También pasa con cualquier otro virus y también con cualquier enfermedad como por ejemplo, el cáncer. La verdad es que sabemos muy poco a nivel individual y a veces no nos queda más remedio que tratar el problema una vez el mismo ya se ha presentado.

No obstante, a pesar de nuestra incapacidad para entender lo que ocurre dentro de nosotros mismos debido a la complejidad de todos los sistemas que interactúan por debajo de nuestro nivel de conciencia, ello no significa que no haya personas que sepan más que nosotros, esos que se pasan la vida estudiando esos fenómenos y que por lo tanto se convierten en expertos y pueden darnos indicaciones de lo que hay que hacer dadas las circunstancias. 

Hay que oír a esos expertos y hacerles caso. Ciertamente se le está haciendo difícil al vulgo decidir quién es experto y quién no. Ahora todo el mundo tiene una opinión y para el ciudadano común y corriente distinguir el árbol del bosque se está convirtiendo en un trabajo arduo. Las políticas de comunicación oficiales y gubernamentales en cuanto a lo que debe hacerse en materia de salud están siendo contrarestadas con mensajes alternos y desinformativos que obscurecen el tipo de decisiones que  debemos tomar a nivel individual y colectivo.

La amiga de referencia sólo se ha puesto 2 vacunas contra el Covid mientras que yo llevo 4. Ella no creyó necesario el ponerse más. En cambio yo, he estado al tanto de que el efecto de las vacunas disminuye con el tiempo y por eso desde que he sido elegible he optado por ponérmelas porque eso es lo que dicen los expertos. Es lo menos que yo puedo hacer. Creo que todavía no me he contagiado con el virus y no sé cómo reaccionaría mi cuerpo en caso de infectarme y ese detalle, el no saber, me hace tomar las medidas preventivas a mi alcance que amortiguarían y/o impedirían una enfermedad grave.

Todo puede ocurrir. Las estadísticas no son 100% seguras. Pero hasta ahora, con las vacunas, ellas están a mi favor. Eso dicen los expertos.

Llegó la hora de correr

 El mundo se proyecta que se estaría acabando ciertamente con el cambio climático pero además ahora se suman todas estas guerras y plagas que nos abruman.

En realidad un panorama bastante depresivo para empezar a poner orden en la vida en cuanto a actividad física se refiere pero eso es lo que manda pues llega un momento crítico en el que no se puede esperar más y hay que ponerse en acción porque no hacerlo conlleva un deterioro de la salud física y mental que se tiene en el presente y el futuro próximos.

Imagínense que se detecta un proyectil balístico intercontinental y viene en dirección a Nueva York, uno tendría por lo menos media o una hora de tiempo para alejarse de la ciudad. Se necesita estar en buenas condiciones físicas para correr 5 o 6 kilómetros en dirección opuesta al posible epicentro. Ya ven la lógica del porqué sería bueno estar en buenas condiciones físicas.

La razón por la que uno posterga la puesta en acción es el esfuerzo que hay que hacer, lo arduo que es volver a poner el cuerpo en forma y uno por eso procrastina y lo va dejando todo para otro día y luego otro y de repente son ya casi dos o más años de inactividad y los resultados son aumento de peso, la creación de malos hábitos de comida y quién sabe cuántas cosas más.

La manera como me pongo en forma es corriendo y por ahora lo estoy haciendo dentro de la casa en una máquina, con la esperanza de hacer una traspolación al campo. Comencé el 14 de Marzo y apenas pude correr 1.3 millas en 13 minutos. Estoy corriendo cada otro día (un día por el medio) y hoy logré correr 50 minutos en 3 sesiones de 11, 19 y 20 minutos. Hice un total de 5 millas. Espero en un mes más llegar a las 10 millas en menos de 2 horas y hacerlo en una o dos sesiones.

En eso estamos. Hoy, ahora mismo me duelen las dos pantorrillas. Eso es bueno. Es un indicativo de que estoy haciendo algo. A mi cuerpo le hacia falta y a veces uno como administrador del mismo no le da la mejor disciplina, el mejor entrenamiento y por eso cuando uno más lo necesita él no le responde.

Se complican las cosas

 Se complican las cosas, se complica el mundo, se complica todo. Parece como si la pandemia sacara lo peor de todos nosotros. 

Específicamente me estoy refiriendo esta vez a la reciente invasión de Rusia a Ukrania. Las escaramuzas han existido desde hace mucho tiempo y se remontan a la anexión que hizo Rusia de Crimea en el 2014.

Desde la semana pasada, sin embargo, las cosas han escalado y la invasión de Rusia se ha hecho efectiva para el país de Ukrania entero y la reacción del mundo a esta agresión no se ha hecho esperar.

Las sanciones conjuntas de los Estados Unidos y Europa en contra de Rusia amenazan con crear un nuevo orden internacional. De hecho la Otan se ha fortalecido y hay un interés renovado por más países de pertenecer a la misma. 

Como consecuencia de este nuevo estado de cosas, los mercados de valores del mundo han bajado significativamente y los precios del petróleo que ya estaban un poco altos se han disparado hacia arriba aún más.

Con el aumento de los precios de los combustibles es de esperarse que haya más inflación, más inestabilidad en los mercados y un deterioro de las condiciones económicas de las clases más bajas en todas partes.

A todo ello se une la amenaza de Rusia de utilizar armas nucleares y de repente se apodera de uno la incertidumbre de hacia dónde va el mundo de manera general y nosotros de modo particular y ya esto estropea nuestros planes futuros pues no tiene sentido adelantarse a los acontecimientos y sólo nos queda el vivir un día a la vez como lo hemos estado hacia casi ininterrumpidamente los últimos dos años.

Mundos paralelos

 Un feliz y próspero año nuevo son los deseos de la administración de este blog para todos los lectores del Café (lo que significa que esos son los deseos para mi mismo también). Y en esta ocasión no es simple retórica de comienzos de año. En general, nuestro mundo actual se encuentra en un punto bajo dentro del fondo de un hoyo existencial dónde ya no es posible ir más abajo o más lejos. Por lo menos eso creo yo.

Mientras tanto, a través de la crisis colectiva (política, social y económica) por la que atravesamos, se nos ha ido revelando con bastante claridad el hecho de la existencia de los mundos paralelos que todos vivimos. La realidad parece ser un ideal y no todos tenemos el mismo grado de acceso a la misma.

Esa conclusión a la que he llegado no ha sido por simple casualidad. Con la llegada del virus que parece ser un evento externo bastante objetivo (al menos los efectos que produce), se ha puesto de manifiesto las diferentes maneras que existen de procesamiento de la información, sus mecanismos de adquisición, los elementos que favorecen o interfieren con su correcta evaluación, así como las respuestas que le damos al fenómeno inicial.

En otras palabras, el manejo del virus nos ha puesto de relieve todos los factores que intervienen para el manejo de cualquier hecho real desde el momento en que hace su aparición. Estos mismo factores también están presentes en el manejo de cualquier otro evento de cierta magnitud. La clase social y económica a la que uno pertenece, nuestro nivel de educación, el lugar donde uno vive, así como los medios a través de los cuales tratamos de estar informados, todo ello juega un papel predominante a la hora de responder a los retos que esa misma realidad nos depara.

Todo ello nos hace cuestionar nuestra propia objetividad o la objetividad ajena. ¿Hasta qué punto nuestra aproximación a la compresión de la realidad es mejor o peor que la comprensión ajena? Y Viceversa. ¿Sería muy posible que dependiendo de los mecanismos que uso en la adquisición de información sobre la realidad, yo pueda tener un grado más o menos de razón que los otros mortales con los que interactúo?

Dadas las circunstancias, puedo constatar con mucho pesar de que debido a la asimetría como accesamos la información que nos acercaría al conocimiento de la realidad, vivimos mundos totalmente diferentes y paralelos en donde es más fácil encontrar desacuerdos que acuerdos y es un lujo más o menos o casi una excepción el encontrar un alto nivel de correspondencia y afinidad con otros seres humanos, a menos que ...

Por un año mejor!

 El 2022 está a la vuelta de la esquina y aunque uno no debe hacerse muchas ilusiones, hay que prepararse para sacudirse del letargo en que hemos estado sumergidos estos últimos dos años.

Ciertamente que el estancamiento en que nos encontramos tiene causas que han estado fuera de nuestro control pero ha llegado la hora ya en la que debemos reaccionar y vivir la vida a pesar de las circunstancias adversas por las que estamos atravesando.

La situación que vivimos hoy en día y en el futuro inmediato ha mejorado un poco en cuanto a la preparación que tenemos para enfrentar el jodido virus, pero todavía su amenaza sigue latente y no podemos descartarlo del todo porque sigue gravitando con fuerza alrededor nuestro afectando casi todas las áreas del quehacer y sentir social y económico. 

Todo lo anterior lo que significa en términos prácticos es que hay que correr ciertos riesgos los cuales no estábamos dispuestos a asumir en los dos años que acaban de transcurrir.

No sé porqué pero me da la impresión que el 2022 será un buen año para mí y quién sabe si lo es a la vez para todos. Yo estoy apostando a eso!

Resolver el descontento

 En estos últimos días se ha estado acentuando en mí una sensación que he estado experimentando los últimos meses. Es un sentimiento algo así como de que no me siento satisfecho con lo que estoy haciendo, o que no hago lo suficiente y pienso que debería hacer más ...

Tal parece como si la parálisis que ha afectado al mundo en los últimos dos años hubiera echado raíces y me impidiera moverme bien en otras direcciones. Y no es que no existen razones para ello. El mundo entero se ha vuelto patas arriba y las prioridades que uno tenía pues de repente han cambiado sin uno tener muy claro hacia donde debe dirigirse.

La inacción o la inercia no es una opción sin embargo y por esta razón aquí estoy cavilando cuáles deberían ser mis próximos movimientos. ¿Debería trabajar más?, o  acaso necesito retomar los viajes a pesar de los riesgos que conllevan.

He estado pensando en hacer trabajo voluntario pero todavía no he encontrado algo que me haga sentir bien y/o se ajuste a mis filosofías de vida y no quiero comprometerme sin antes estar bastante seguro de que voy a cumplir en caso de que luego me arrepienta pues no sea eso lo que me interese.

En todo caso estoy buscando, evalúo mis opciones para luego tomar una decisión porque tal y como están las cosas ellas no son de mi agrado, porque necesito más acción en mi vida, más actividad, menos descanso, etc., etc..

Mientras tanto y en lo que preparo el terreno para implementar algunos correctivos, estoy en la fase de planeación y ejecución de dos viajes que de seguro me van a sacar un poco de la rutina siempre y cuando la situación actual no empeore en cuanto a la pandemia y sus secuelas.

Ya habrá tiempo para comentar cómo me ha ido en la próxima entrega.

La vida contemplativa

 He llegado a la conclusión de que la vida contemplativa es la clase de vida que me gusta o me gustaría vivir. No he hurgado en detalle si lo que yo denomino como vida contemplativa es lo mismo que describen los filosófos y no me pongo ahora mismo a buscarlo y salir de dudas porque en todo caso lo que me interesa es describir lo que yo entiendo como vida contemplativa sin importar si coincido o no con lo que otros han pensado o descrito.

En parte quizás, en esa respuesta hay algo de eso mismo que intento explicar. Me interesa ver y describir el mundo como lo veo y lo siento, no como otros lo han visto y sentido. Mirar el mundo, sentir el mundo, vivir la vida a mi modo es lo que más me interesa sin estar bajo el influjo directo de lo que otra gente piensa, diga o haya dicho.

Se trata de ver la vida a través de todos los sentidos y vivir las experiencias que ella nos depara intentando hacer la menor cantidad de juicios posibles. Es un ideal, es algo difícil de conseguir y podría ser hasta un lujo tratar de vivir una vida así cuando uno no siempre puede hacer lo que quiere y hay que trabajar para tratar de suplir las necesidades básicas, pero cuando uno descubre que eso es lo que uno quiere, es más fácil descubrir los obstáculos que se lo impiden a uno.

De hecho, el descubrir esos obstáculos es un logro en sí porque aunque uno no pueda deshacerse de ellos al instante y de manera total, por lo menos nos permite pensar en poner un plan de acción para neutralizarlos o al menos minimizar sus efectos.

El punto es que no hay que irse muy lejos. La idea es simple: hay que tratar de contemplar la vida sin más, siempre y cuando uno pueda darse ese lujo sin muchas complicaciones. En otras palabras, hay que hacer ese esfuerzo por abstraerse de los problemas cotidianos (¿pretendiendo quizás que ellos no existen?) y en su lugar (y en la medida de nuestras posiblidades, claro) debemos observar, mirar, ver, oir, escuchar, estar presente con todo lo que está a nuestro alrededor que es al fin al cabo para lo que vivimos. Eso es todo!

Lecciones de vida

 En dos ocasiones, antes de finalizar este verano que acaba de pasar, se presentaron situaciones fuera de mi control que alteraron de manera súbita y significativa la dinámica de mis planes y rutinas diarias. No las voy a describir aquí porque lo que quiero realmente es resaltar la moraleja o los aspectos más importantes que pude extraer de esas experiencias.

Igual que como con los desastres naturales, lo más importante que pude aprender es a cómo reaccionar adecuadamente a la ocurrencia de circunstancias imprevistas. Todo parece indicar que uno debe actuar rápidamente pero no de manera precipitada. Hay que estar extremadamente atento y listo para tomar decisiones sin por ello perder la calma.

Mantener el balance en situaciones críticas y delicadas parece ser de vital importancia para sobrevivir con éxito los embates de la vida, porque sobreactuar no ayuda necesariamente a resolver los problemas. La mesura y la cordura juegan un papel fundamental en esos momentos cruciales cuando uno no sabe qué hacer y se siente abrumado por el peso de nuestras emociones.

No hacer nada y dejar que las cosas retomen su curso, se alineen o darle tiempo al tiempo ha sido también bastante ilustrativo. Como dije antes, no debemos reaccionar más de la cuenta.

Pero de todas las enseñanzas aprendidas, quizás la más importante de todas, fue la de estar presente; el estar ahí en medio de toda la turbulencia y la incertidumbre de los acontecimientos, independientemente de si uno tuviera algo que aportar o no. Hacer acto de presencia tiene un efecto apaciguador, genera una sensación amortiguadora y crea un soporte moral que sirve para repartir y compartir con los demás el peso de las desgracias y/o sinsabores de la vida. Es algo que no se puede describir fácilmente con palabras y tampoco se puede hacer desde la distancia.

Para no sucumbir por el virus

 El verano se está acabando casi ya y tengo la sensación de que no lo he aprovechado lo suficiente. Siento que no he hecho prácticamente nada en cuanto a disfrutar del buen tiempo y las actividades propias de la estación.

No tengo claro qué debo hacer para remediar la situación. Los riesgos de viajar y/o participar en actividades en ambientes cerrados no han disminuido y por momentos la situación parece haber empeorado aún a pesar de que las vacunas confieren cierto nivel de protección.

A todo ello se agrega la actitud de la gente que quizás por haberse vacunado o por estar cansados de las restricciones que ha impuesto la pandemia exhibe ahora un falso sentido de autoconfianza y sin importar que hay nuevas variantes más peligrosas del Coronavirus, han dejado de usar las máscaras en salas de conferencia y restaurantes.

Recientemente he participado en dos actividades como las anteriores y he podido comprobar de primera mano cómo las medidas preventivas habían sido dejadas de lado. Era una cuestión individual: a nadie le preguntaron si estaba vacunado o no y el uso de máscaras era opcional. No se estaba exigiendo prácticamente nada.

No tenemos claro cuánto va a durar todo esto pero lo que sí parece posible es que mucha gente va a pagar las consecuencias de una manera o de otra, ya sea con un ataque de nervios, infectado por el virus o víctima de la depresión.

Antes de que algunos de esos posibles escenarios se apliquen a mí voy a tener que ensayar un nuevo sistema de manejo de los múltiples riesgos que conlleva la pandemia porque querásmolo o no, por lo que veo, tendremos que aprender a vivir con la existencia del virus para largo. Por el momento no se me ocurren muchas soluciones al respecto.

Con lo que le coge a uno

 A uno es con lo que le coge y a mí con lo que me ha cogido últimamente (dos últimos años) es con la horticultura, sembrar plantas, vegetales, flores, etc. Es una pasión, como diría una youtuber que veo ahora regularmente y que se ha dedicado 100% a cultivar flores de manera comercial en su granja. 

Y yo agrego: es como una obsesión. No hay una planta o arbusto que yo vea (veo muchos programas en la TV) y que produzca flores que me parezca bonita que no quiera y trate de comprarla. Al menos las semillas.

El problema es que no tengo espacio donde sembrarlas y tarde o temprano voy a tener que parar pues las plantas necesitan mucho cuidado y entre muchas otras cosas, sobretodo, hay que hidratarlas regularmente. 

Hasta ahora y debido a la pandemia, regar las plantas todos los días no ha sido difícil pues nos sobra el tiempo para ello. Es el futuro el que me preocupa, cuando por razones de trabajo o placer tenga que ausentarme por muchas horas y/o días.

Como puede deducirse, la razón de la preocupación se debe a que independientemente del placer que provoca en uno ver flores de todos los colores y en todo su esplendor, uno desarrolla un apego a ellas cuanto más que uno las ha plantado y cuidado y las ha visto crecer y desarrollarse.

Duele mucho cuando el viento las destroza o el excesivo sol o el frío las maltratan o marchitan y uno no está ahí para protejerlas ya sea,cuando se puede, poniéndolas a cubierto dentro de la casa, atándolas a postes y dándoles una ración adicional de agua cuando las condiciones así lo requieran.

Por lo pronto no tengo nada de que quejarme porque la satisfacción que produce la jardinería bien vale la pena los sufrimientos que conlleva. Por lo menos hasta ahora .... El futuro dirá si la dependencia colateral que produce me afecta demasiado o el placer inmenso que me produce no compensa de manera significativa la pérdida de la independencia que es necesaria para hacer otras cosas.