¿De qué trata el tema de hoy? Pues nada más y nada menos de lo difícil que es conectarse con la realidad cuando se vive en un mundo enteramente dependiente de los teléfonos inteligentes. No quiere decir que los teléfonos inteligentes y el mundo digital que viene con ellos no formen parte de la realidad, pero es otra muy distinta que tiende a aislarnos completamente de las cosas que ocurren a nuestro alrededor.
Tengo una hermana y una sobrina que cuando llegan a la casa y cuando salen de ella siempre están pegadas al teléfono, sin excepción. Llegan a la mía y prácticamente no se puede hablar con ninguna de ellas porque o llegan hablando ya por el teléfono o si no, sólo tardan unos pocos minutos para que vuelvan a conectarse de nuevo producto de una llamada o mensajes de texto.
Lo peor de todo esto no es el abismo o la interrupción que se crea sino la priorización que se le da a la comunicación telefónica o digital por encima de la personal y como bien puede entenderse, es difícil sostener un diálogo o intercambio significativo bajo esas circunstancias. Obviamente hay situaciones que pueden entenderse como cuando es una emergencia o algo que no puede esperar. De lo contrario no hay excusas. Todo, hasta el cielo puede esperar como en la famosa película de Warren Beatty.
Sin embargo, no es ahí donde el estar conectado todo el tiempo produce los mayores estragos. Por experiencia propia puedo constatar que son las tareas rutinarias que hacen nuestra vida vivible, las que más sufren. Me refiero a las tareas cotidianas, el lavar, cocinar, limpiar, cuidado personal, etc, todo queda relegado a un segundo plano cuando se está conectado 24/7 a una pantalla o a un teléfono inteligente.
Por eso este año, además de las otras cosas que me propongo hacer, también está consagrado para mí a dedicarme a cuidar los espacios en los que habito para deshacerme de todo aquello que sobra y ocupa espacio innecesario. A la conclusión a la que he llegado es que no puedo hacer nada de esto si no le dedico tiempo a ello y ese tiempo parece que lo he estado malgastando en las pantallas del celular, el Ipad y la computadora, además de Netflix, Amazon y otros proveedores de contenido digital.
A robarle tiempo a la pantalla pues y dedicarlo a organizar los espacios en los que vivo con menos cosas y más orden que en definitiva se traduce en más eficiencia y claridad en las cosas que me proponga hacer.
¡He dicho!
Tengo una hermana y una sobrina que cuando llegan a la casa y cuando salen de ella siempre están pegadas al teléfono, sin excepción. Llegan a la mía y prácticamente no se puede hablar con ninguna de ellas porque o llegan hablando ya por el teléfono o si no, sólo tardan unos pocos minutos para que vuelvan a conectarse de nuevo producto de una llamada o mensajes de texto.
Lo peor de todo esto no es el abismo o la interrupción que se crea sino la priorización que se le da a la comunicación telefónica o digital por encima de la personal y como bien puede entenderse, es difícil sostener un diálogo o intercambio significativo bajo esas circunstancias. Obviamente hay situaciones que pueden entenderse como cuando es una emergencia o algo que no puede esperar. De lo contrario no hay excusas. Todo, hasta el cielo puede esperar como en la famosa película de Warren Beatty.
Sin embargo, no es ahí donde el estar conectado todo el tiempo produce los mayores estragos. Por experiencia propia puedo constatar que son las tareas rutinarias que hacen nuestra vida vivible, las que más sufren. Me refiero a las tareas cotidianas, el lavar, cocinar, limpiar, cuidado personal, etc, todo queda relegado a un segundo plano cuando se está conectado 24/7 a una pantalla o a un teléfono inteligente.
Por eso este año, además de las otras cosas que me propongo hacer, también está consagrado para mí a dedicarme a cuidar los espacios en los que habito para deshacerme de todo aquello que sobra y ocupa espacio innecesario. A la conclusión a la que he llegado es que no puedo hacer nada de esto si no le dedico tiempo a ello y ese tiempo parece que lo he estado malgastando en las pantallas del celular, el Ipad y la computadora, además de Netflix, Amazon y otros proveedores de contenido digital.
A robarle tiempo a la pantalla pues y dedicarlo a organizar los espacios en los que vivo con menos cosas y más orden que en definitiva se traduce en más eficiencia y claridad en las cosas que me proponga hacer.
¡He dicho!